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Poder Por La
Oración
Por E. M. Bounds
Capitulo:
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8. Valor para Orar
La oración es la más alta prueba de energía de que
es capaz la mente humana; porque para orar, se requiere
la concentración total de las facultades. La gran masa
de hombres mundanos es absolutamente incapaz de orar.
Coleridge
El Reverendo Wilson dice: "En el
diario de H. Martyn me han conmovido el espíritu de oración
y el tiempo y el fervor que dedicó a esta práctica".
Edward Payson desgastó las tarimas
donde sus rodillas se apoyaban frecuentemente por largo
tiempo. Su biografía dice: "Su insistencia continua en la
oración, cualesquiera que fueran las circunstancias, es el
hecho más notable de su vida, y señala el camino para todo
el que quiera igualarle en eminencia. A sus oraciones
ardientes y perseverantes debe atribuirse en gran parte su
éxito enorme y sin interrupción".
El marqués de Renty, para quien
Cristo era muy precioso, en una ocasión que se entregaba a
sus devociones, indicó a su criado que le llamara después de
media hora. Este, al ir a cumplir con la orden que se le
había dado, vio tal expresión de santidad en el semblante
del marqués que no se atrevió a hablarle. Sus labios se
movían, pero en silencio. Esperó hora y media y, cuando le
llamó, el marqués dijo que la media hora que había estado en
comunión con Cristo le había parecido muy corta.
David Brainerd, decía: "Me agrada
estar en mi choza donde puedo pasar mucho tiempo solo en la
oración".
William Bramwell es famoso por su
santidad personal, por su éxito maravilloso en la
predicación y por las respuestas asombrosas que obtenía en
sus oraciones. Oraba durante horas enteras. Casi vivía sobre
sus rodillas. Al recorrer sus circuitos parecía una llama de
fuego, encendida por el mucho tiempo pasado en oración.
Pasaba muchas veces cuatro horas en oración continua y a
solas.
El Reverendo Andrews pasaba hasta
cinco horas diarias en oración.
Sir Henry Havelock empleaba las
primeras dos horas del día a solas con Dios. Si el
campamento se levantaba a las seis él empezaba sus oraciones
a las cuatro.
Earl Carnst dedicaba todos los días
una hora y media al estudio de la Biblia y a la oración
antes de dirigir el culto familiar a las ocho.
El éxito del doctor Judson se
atribuye al hecho de que dedicaba mucho tiempo a la plegaria.
Dice sobre este punto: "Arregla tus negocios, si es posible,
de manera que puedas dedicar tranquilamente dos o tres horas
del día no simplemente a ejercicios devocionales sino a la
oración secreta y a la comunión con Dios. Esfuérzate siete
veces al día por alejarte de las preocupaciones mundanas y
de las que te rodean para elevar tu alma a Dios en tu retiro
privado. Empieza el día levantándote a medianoche y
dedicando algún tiempo en el silencio y la oscuridad a esta
obra sagrada. Que el alba te encuentre en esta misma
ocupación y haz otro tanto a las nueve, a las doce, a las
tres, a las seis, y a las nueve de la noche. Ten
resoluciones en su causa. Haz todos los esfuerzos posibles
para sostenerla. Considera que tu tiempo es corto y que no
debes permitir que otros asuntos y compañías te separen de
tu Dios". ¡Imposible!, decimos, ¡son instrucciones fanáticas!
Pero el Dr. Judson hizo impresión en un imperio a favor de
Cristo y puso los fundamentos del reino de Dios, en
imperecedero granito, en el centro de Birmania. Tuvo éxito,
fue uno de los pocos hombres que conmovieron poderosamente
al mundo en favor de Cristo. Otros más favorecidos en dones,
genio e ilustración, no han hecho la misma impresión; su
trabajo religioso ha sido como las huellas de paso en la
arena, pero él ha grabado su obra sobre granito. La
explicación de su profundidad y resistencia se encuentra en
el tiempo que dedicó a la oración. Esta lo mantuvo al rojo
vivo y Dios le impartió un poder permanente. Nadie puede
hacer una obra grande y perdurable si no es un hombre de
oración, y no se puede ser un hombre de oración sin dedicar
mucho tiempo a esta devoción.
¿Es cierto que la oración es
simplemente el cumplimiento de un hábito insensible y
mecánico? ¿Es una práctica sin importancia a la cual estamos
acostumbrados hasta que la convertimos en algo insípido,
mezquino y superficial? "Es cierto que la oración es, como
se presume, algo como un juego semi pasivo del sentimiento
que brota lánguidamente durante los minutos a las horas de
ocio?" El canónigo Liddon continúa: "Que den la respuesta
los que realmente han orado. Ellos algunas veces describen
la oración como la lucha que sostuvo el patriarca Jacob con
un poder invisible, lucha que puede prolongarse
frecuentemente en una vida fervorosa hasta altas horas de la
noche o aun hasta que rompa el día. En otras ocasiones se
refiere a la intercesión de Pablo como una lucha concertada.
Cuando han orado han tenido los ojos fijos en el gran
Intercesor la noche de Getsemaní, en las grandes gotas de
sangre que caían al suelo en aquella agonía de resignación y
sacrificio. La importunidad es la esencia de la oración
eficaz. La importunidad no significa dejar vagar la mente
sino tener una obra sostenida. Por medio de la oración,
especialmente, el reino de los cielos sufre violencia y los
valientes lo arrebatan. Como dijo el Reverendo Hamilton: "Ningún
hombre podrá hacer mucho bien con la oración si no principia
por mirarla a la luz de una obra para la cual se prepara o
en la que persevera con el afán de ponernos en los asuntos
que en nuestro concepto son los más interesantes y los más
necesarios".
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