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Poder Por La
Oración
Por E. M. Bounds
Capitulo:
1.
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18. Hombres de Oración
Yo juzgo que mi oración es más poderosa que Satanás;
si no fuera así, Lutero habría sido tratado de una
manera muy diferente hace mucho tiempo. Sin embargo, los
hombres no verán ni reconocerán las grandes maravillas o
milagros que Dios efectúa en mi favor. Si abandonara la
oración por un solo día, perdería una gran parte del
fuego de la fe.
Martín Lutero
Antes de Pentecostés los apóstoles
tuvieron solamente vislumbres de la importancia de la
oración. Pero el Espíritu que descendió y los llenó en
Pentecostés eleva la oración a su posición vital y decisiva
en el evangelio de Cristo. El llamamiento a la oración a
todos los fieles constituye la demanda más alta y exigente
del Espíritu. La piedad de los santos se refina y
perfecciona por la oración. El evangelio marcha con pasos
tardos y tímidos cuando los santos no hacen largas oraciones
temprano en el día.
¿Dónde están los líderes cristianos
que pueden poner a orar a los santos modernos y enseñarles
esta devoción? ¿Nos hemos dado cuenta de que estamos
levantando una colección de santos sin oración? ¿Dónde están
los líderes apostólicos que pueden poner a orar al pueblo de
Dios? Que pasen al frente y hagan el trabajo, será la obra
más grande que puedan realizar. Un aumento de facilidades
educativas y de recursos pecuniarios sería la maldición más
terrible si estos elementos no estuvieren santificados por
oraciones más fervorosas y frecuentes. Pero una devoción
profunda no vendrá como algo natural. La campaña para los
fondos del siglo veinte o treinta no beneficiará sino
dificultará nuestras oraciones si no somos cuidadosos. Sólo
producirá efecto una acción específica y bien dirigida. Los
miembros más distinguidos deben guiar en el esfuerzo
apostólico de radicar la importancia vital y el hecho de la
oración en el corazón y vida de la iglesia. Únicamente los
líderes que oran pueden tener seguidores en la oración. Los
líderes que oran producirán santos que oren. Un púlpito que
ora dará por resultado una congregación que ore. Necesitamos
grandemente de alguien que ponga a los santos en la tarea de
orar. No somos una generación de santos que oran. Los santos
que no eran son un grupo mendicante que no tiene ni el
ardor, ni la belleza, ni el poder de los santos. ¿Quién
restaurará esta brecha? Será el más grande de los
reformadores y apóstoles el que ponga a la iglesia a orar.
Consideramos como nuestro juicio más
sobrio que la gran necesidad de la iglesia en ésta y en
todas las épocas es de hombres de una fe avasalladora, una
santidad sin mancha, un marcado vigor espiritual y un celo
consumidor; que sus oraciones, fe, vida y ministerio sean de
una forma tan radical y agresiva que efectúen revoluciones
espirituales que hagan época en la vida individual y de la
iglesia.
No queremos decir hombres que causen
sensación con sus planes novedosos, o que atraigan con
agradables entretenimientos; sino hombres que produzcan
movimiento y conmoción por la predicación de la Palabra de
Dios y por el poder del Espíritu Santo, una revolución que
cambie todo el curso de las cosas.
La habilidad natural y las ventajas
de la educación no figuran como factores en este asunto,
sino la capacidad por la fe, la habilidad para orar, el
poder de una consagración completa, la aptitud para ser
humilde, una absoluta rendición del yo para la gloria de
Dios y un anhelo constante e insaciable de buscar toda la
plenitud de Dios, hombres que puedan encender a la iglesia
en fervor a Dios; no de una manera ruidosa y con
ostentación, sino con un fuego quieto que derrita y mueve
todo hacia Dios.
Dios puede hacer maravillas con el
hombre a propósito. Los hombres pueden hacer milagros si
llegan a consentir que Dios los dirija. La investidura plena
del espíritu que transformó al mundo sería eminentemente
útil en estos días. La necesidad universal de la iglesia es
de hombres que puedan agitar poderosamente para Dios todo lo
que les rodea, cuyas revoluciones espirituales cambien todo
el aspecto de las cosas.
La iglesia nunca ha marchado sin
estos hombres, ellos adornan a su historia; son los milagros
permanentes de la divinidad de la iglesia; su ejemplo y
hechos son de inspiración y bendición incesante. Nuestra
oración ha de ser porque aumentan en número y poder.
Lo que ha sido hecho en asuntos
espirituales puede verificarse otra vez y en condiciones
mejores. Esta era la opinión de Cristo. Él dijo: "De cierto,
de cierto os digo: el que en mí cree, las obras que yo hago
también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy
al Padre." El pasado no ha limitado las posibilidades ni las
demandas para hacer grandes cosas por Dios. La iglesia que
se atiene únicamente a su historia pasada para sus milagros
de poder y gracia es una iglesia caída.
Dios quiere hombres elegidos,
hombres para quienes el yo y el mundo han desaparecido por
una severa crucifixión, por una bancarrota que ha arruinado
tan totalmente al yo y al mundo que no hay ni esperanza ni
deseo de recuperarlos; hombres que por esta crucifixión se
han vuelto hacia Dios con corazón perfecto.
Oremos ardientemente para que la
promesa que Dios ha hecho a la oración se realice más allá
de lo que imaginamos.
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