LOS DONES DEL ESPÍRITU
SANTO Y EL MONTANISMO
-
Los "Dones
del Espíritu Santo" en
la Iglesia Primitiva y
su permanencia en el
tiempo.
-
La
herejía Catafrigia: El
Movimiento Montanista o
"Nueva Profecía".
-
Excesos del
Montanismo y similitudes
con el movimiento
carismático moderno.
1. LOS DONES DEL ESPÍRITU
SANTO EN LA IGLESIA
PRIMITIVA Y SU PERMANENCIA
EN EL TIEMPO.
Que la iglesia primitiva fue
una iglesia donde los
llamados "Dones del Espíritu
Santo" se manifestaron, no
se puede poner hoy en duda,
ni desde el punto de vista
Neotestamentario, ni desde
el de la historia.
Mucho se ha discutido hoy
sobre la permanencia de los
dones espirituales tras la
era apostólica, en gran
parte debido a la moderna
teología dispensacionalista
y a la polémica suscitada en
el pasado siglo XX con el
llamado "Movimiento
carismático" o "Movimiento
Pentecostal".
Grandes figuras de la época
paleocristiana (Anterior al
Concilio
de Nicea), como
Ireneo
de Lyon, discípulo de
Policarpo, que a su vez
fue discípulo directo del
apóstol Juan, y que vivió
entre el 130-195 d.c.
ejerciendo de obispo en las
Galias, más en concreto en
la ciudad de Lyon, mencionan
la permanencia de los Dones
o Carismas hasta bien
entrado el siglo II, tras la
era apostólica. Si bien
encontramos estos textos de
Ireneo en su conocido
"Contra las Herejías", él
mismo es citado por Eusebio
en los albores del siglo IV
en su "Historia
Eclesiástica" en los
siguientes términos: "Ireneo
también menciona estas
cosas, de acuerdo con los
relatos que ya discutimos,
en los cinco libros
titulados "Refutación y
destrucción de la falsamente
llamada ciencia"
(o "Contra las Herejías").
En el segundo libro de esta
obra muestra que, en algunas
iglesias, permanecían hasta
entonces manifestaciones del
sorprendente poder Divino
(Habla aquí de la
segunda mitad del s. II
d.c.).
Usa los siguientes términos:
"Pero si afirman que el
Señor ha hecho esto de forma
aparente (se refiere
a las herejías gnósticas),
haciéndoles volver a los
escritos proféticos, les
mostraremos con ellos que de
este modo estaba predicho
por Él
[...] Por ello
también sus verdaderos
discípulos, tomando la
gracia de Él, la ponen en
actividad para el bien de
los demás hombres, de
acuerdo con el don que cada
cual recibió de Él. Porque
algunos sacan demonios firme
y verdaderamente, de modo
que a menudo ocurre que los
que fueron limpiados del
espíritu perverso creen y
están en la iglesia; otros
tienen conocimiento del
porvenir, visiones y
palabras proféticas;
mientras que otros sanan
enfermos por la imposición
de manos y los restablecen
sanos; pero aún más, de
acuerdo con lo que dijimos,
incluso muertos han
resucitado y han quedado con
nosotros durante bastantes
años
[...] también hemos
oído que hay muchos hermanos
en la iglesia que tienen don
de profecía, que por el
Espíritu hablan en todo tipo
de lenguas, que descubren
los secretos de los hombres
cuando es propicio y que
declaran los misterios de
Dios".
Esto
es lo que se sabe acerca de
la permanencia de los
diversos dones hasta el
tiempo aludido entre los que
eran dignos".
("Historia
Eclesiástica"Eusebio de
Cesarea, Libro V, cap. 7,
págs. 300-301. Ed. Clíe,
1988, Terrassa, España)
Eusebio hace aquí una
afirmación interesantísima
cuando dice que los diversos
dones permanecieron en la
iglesia "hasta
el tiempo aludido",
que es la segunda mitad del
siglo II y principios del
siglo III.
Si este escrito que nos
muestra que, bien entrado el
siglo segundo, y casi
comenzando el tercero, aún
se manifestaban en la
iglesia los dones
espirituales o carismas no
es suficiente para al menos
hacer recapacitar a aquellos
que afirman que dichas
manifestaciones del Espíritu
de Dios acabaron con los
apóstoles, más interesante
aún si cabe, es la
descripción que un pagano
hace de un hombre hablando
en lenguas y profetizando.
Nos referimos a Celso, autor
del libro escrito entre
finales del s.II d.c. y
principios del III d.c., "El
Discurso verdadero contra
los Cristianos". Allí Celso
nos hace esta curiosa y
burlesca descripción: "Esos
predicadores de Fenicia y de
Palestina son de diversas
categorías. Muchos oscuros y
sin nombre, sea a propósito
de los que fuera, se ponen a
gesticular como poseídos del
ardor profético; otros
adivinos ambulantes,
recorren las ciudades y los
campos, ofreciendo el mismo
espectáculo. Nada les es más
fácil de decir, y no dejan
de hacerlo: "¡Yo soy Dios,
soy Hijo de Dios, soy el
Espíritu de Dios, vengo
porque el mundo se va a
acabar, y vosotros los
hombres vais a perecer bajo
el peso de vuestras
iniquidades!. Entretanto
quiero salvaros y me veréis
armado de un poder celeste.
¡Bienaventurado entonces
quien me haya reverenciado
hoy! Enviaré a todos los
demás al fuego eterno, a los
de las ciudades y a los de
los campos. Los que todavía
no saben los suplicios que
los aguardan, se
arrepentirán entonces y han
de gemir en vano, en cuanto
que los que crean en mí los
protegeré por toda la
eternidad...
A estas predicciones
jactanciosas, mezclan
palabras de posesos,
confusas y absolutamente
incomprensibles, a las que
ningún sensato podría
descubrir su significado,
tan oscuras y vacías de
sentido son, pero que
permiten al primer imbécil
impostor llegado apoderarse
y apropiarse de las
voluntades." (Celso;
"El discurso verdadero
contra los cristianos" pág.
98 Alianza Editorial; Madrid
1988).
Como vemos, la iglesia
primitiva, al menos hasta el
siglo II d.c. abundó en las
manifestaciones de los dones
del Espíritu. Sea pues así o
de otra manera, lo cierto es
que desaparecieron en esa
época (y aventurar el porqué
no es más que
especulación) y no se
vuelve a hablar del tema
hasta principios del siglo
XX con la aparición entre
los protestantes o
evangélicos del
movimiento Pentecostal
y más tarde del
movimiento carismático. A esto
se unieron los graves abusos
con los dones de lenguas y
profecía en los que
incurrieron, por vanidad o
vanagloria en unos casos, y
por simple herejía en otros,
aquellos cristianos de los
primeros siglos (para saber
más ir al apartado
Doctrinas Paleocristianas).
En este sentido resulta
interesantísimo y muy
esclarecedor un comentario
que Ireneo de Lyon hace en
su obra más conocida y
estudiada: "Contra las
Herejías", al respecto del
endurecimiento de algunas
iglesias de su época en
contra de los Carismas o
Dones espirituales, debido
al mal uso o abuso que
algunos (como
desgraciadamente hoy tan
comúnmente sucede) hacían de
los dones de profecía y
lenguas :
"Son realmente unos
desgraciados aquellos que,
tomando como pretexto la
existencia de falsos
profetas, se comportan igual
que los que a causa de la
existencia de falsos
hermanos, se abstienen de
relacionarse con los
verdaderos hermanos. Es
normal que fueran este tipo
de personas los que no
quisieran recibir ni
siquiera al mismo Apóstol
Pablo. Porque éste, en la
carta a los Corintios, ha
hablado con precisión de los
dones proféticos y reconoce
a los hombres y mujeres que
profetizan en la iglesia.
Por consiguiente, por estas
actitudes, pecan contra el
Espíritu de Dios y caen en
un pecado imperdonable"
("Adversus Haereses", Libro
III, 11:9)
Así es: a veces un excesivo
celo por mantenerse dentro
de la ortodoxia, nos lleva a
caer en el pecado de
aquellos puntillosos
escribas judíos que "colaban
el mosquito, pero dejaban
pasar el camello". Seamos
pues prudentes a la hora de
apresurarnos a juzgar como
malas ciertas
manifestaciones que no
entendemos o que no
compartimos, y tampoco
caigamos en el mal uso o
abuso de dichas
manifestaciones (pues
algunos juegan con fuego),
lo cual es una grave falta
de temor de Dios, y un gran
tropiezo para las Iglesias y
hermanos en la fe. Ambos
extremos son reprobados por
la Palabra de Dios, y ambos
extremos fueron combatidos
por aquellos héroes y
paladines de la fe como es
el caso de Ireneo de Lyon a
lo largo de la obra citada.
¡Cuanto cuidado deberían
poner por sus excesos
ciertas iglesias
Pentecostales y Carismáticas
en hacer caso a las
advertencias y ejemplos de
la historia!, y lo mismo
decir de ciertas iglesias
"Ultraortodoxas" que
directamente tachan de
manifestación demoniaca o
histérica algunas
actuaciones que bien podrían
estar dirigidas por el
Espíritu de Aquel que "Es el
Mismo Ayer, Hoy y por los
Siglos...".
2- LA HEREJÍA CATAFRIGIA:
EL MONTANISMO O "LA NUEVA
PROFECÍA"
A la hora de hablar del
Montanismo, así como de
muchos otros movimientos
heterodoxos dentro del
cristianismo, hemos de tener
sumo cuidado, ya que
las informaciones de que
ellos disponemos son las que
nos han llegado por medio de
aquellos que les
combatieron, por lo que
hemos de considerarlas en
muchos casos sesgadas e
incluso distorsionadas.
En el caso del Montanismo es
necesario decir que los que
les combatieron o más biena
pusieron en guardia a los
hermanos contra sus excesos
fueron los mismos
primitivos cristianos que se
dejaban comer por los leones
por causa de su fe.
Sea como fuere, en el año
156 d.c. en la provincia de
Frigia, en Asia Menor, un
ex-sacerdote pagano
recientemente convertido al
cristianismo llamado
Montano, comienza a
profetizar y a anunciar el
comienzo de una nueva era en
la iglesia, a la que llama
"Era del Espíritu", pronto
se le unen dos mujeres
llamadas Priscila y
Maximilla (que previamente
dejan a sus maridos para
unirse a Montano) y otros
muchos dentro de la iglesia.
Si bien el hecho de
profetizar y dar lugar a los
dones del Espíritu no era
anormal dentro de la Iglesia
de aquel entonces, la
pretensión de ser los
adalides de un nuevo "mover"
del Espíritu (que ellos
llaman "Nueva
Profecía"), pronto
despertó los recelos de las
demás iglesias. No podemos
negar, por lo que parece
decirnos la historia, que
hubo desvíos
dentro del Montanismo,
y exageraciones, propio de las
iglesias de Asia Menor y en
especial de la zona de
Frigia tan influenciada por
las ideas gnósticas. A este
movimiento se le llamó
también "Herejía
Catafrigia" y muy
pronto se extendió entre
todas las iglesias,
influenciando mucho al
cristianismo de la época. No
podemos decir que Montano
fuese el fundador de algo
nuevo, o de una nueva
herejía, de hecho desde el
punto de vista de la
ortodoxia y de la doctrina,
fue muy difícil condenarlos
en los diversos sínodos que
se convocaron para tratar
este tema, ya que eran
ortodoxos en cuanto a la
doctrina se refiere.
El Montanismo ponía el
acento en el "hablar en
lenguas" y más especialmente
en el don de profecía,
práctica que no era nada
anormal en las iglesias de
la época; el problema del
montanismo está en su
rechazo a toda autoridad
eclesiástica y al hecho de
poner sus profecías (las de
Montano y sus dos
lugartenientes femeninos) al
mismo nivel, cuando no por
encima, de la Escritura.
Profecías por otro lado que
hacían hincapié en la
inminente segunda venida del
Señor y el fin del mundo
(cosa que por otro lado el
resto de iglesias, hasta
bien poco antes, debido a
las persecuciones de finales
del s.I y principios del
s.II también tenían como
inmediato). Así por ejemplo
Maximilla predijo el fin del
mundo para el tiempo
inmediatamente posterior a
su muerte, y sabemos también
que predijeron que la "Nueva
Jerusalén" se establecería
en las ciudades de Pepuza ó
Tymion (en Frigia) a las que
llamaron con el nombre de la
Ciudad Santa (como tantos
herejes después a lo largo
de los siglos hicieron con
sus ciudades). Podemos pues
decir, que salvados estos
"deslices", el movimiento se
mantiene dentro de la
ortodoxia doctrinal, y es
más un movimiento
reaccionario y de
restauración del fervor del
primer siglo tal y como
ellos lo entendían.
Debido a esto para el resto
de iglesias fue muy difícil
condenar el montanismo: los
medios tradicionales para
detectar a los falsos
profetas (p.ej. la
Didaké)
no eran suficientes o
aplicables a este
movimiento. Tampoco encontró
la iglesia en las
Escrituras, fuesen del
Antiguo o Nuevo Testamento,
nada con que condenarlos. El
motivo del recelo y la
condena fue la pretensión de
Montano de que el
Parakletos (Espíritu
Santo) hablaba por medio de
él de manera especial (es
necesario insistir en que en
esa época el don de profecía
era muy común en las
iglesias), y que por ello
ponían sus oráculos en el
mismo o superior nivel a las
Escrituras, a esto se unía,
como hemos dicho, un
desprecio por las reglas
eclesiásticas, la profesión
de la fe, etc. lo que hizo
que el movimiento montanista
o de la "nueva profecía"
fuese excomulgado en los
concilios de Asia Menor. A
pesar de esto la "nueva
profecía" se expandió
rápidamente hacia occidente,
y parece ser que en Roma fue
reconocido y tolerado por
bastante tiempo, e incluso
que hacia los años 177-178
se pensó en reconocerlo, lo
que fue impedido por Praxeas
(que propagó la llamada
herejía "monarquista" que no
viene a cuento aquí
comentar).
En las Galias hubo
montanistas que causaron
gran impresión por su
talento de profetas, así los
Mártires de Lyon
escribieron en favor de este
movimiento (evidentemente
contra la opinión de otros
sectores de su comunidad),
se trata de las cartas a las
iglesias de Asia y Frigia,
así como al obispo de Roma
Eleuterio, tratando de
actuar en favor de la
reconciliación.
Cuando a la muerte de
Maximilla en el año 179 el
fin del mundo que ella había
profetizado no se produjo,
el movimiento no se
debilitó, lo que si pasó fue
que el fervor de espera
frenética del acontecimiento
se debilitó. Entendamos que
el movimiento montanista o
de la "nueva profecía" pese
a surgir con estos tres
personajes arriba
mencionados es más un
movimiento conservador que
probablemente se hubiese
producido sin sus tres
fundadores. El Montanismo
surge como una reacción
natural de vuelta a los
orígenes, caracterizándose
por su rigor, así se dio gran
importancia al ayuno, el
segundo matrimonio se
consideraba fornicación, no
se aceptaba de vuelta a la
iglesia de los excomulgados
o los que habían apostatado
ante el martirio salvo que
pasasen el resto de sus
vidas bajo prueba, se anhelaba el
martirio y no se debía huir
de este, todo adorno era
pecado y toda arte o ciencia
eran condenados.
El principal error del
montanismo, fue poner las
profecías a la misma altura
que las Escrituras, lo que
de haber triunfado, hubiera
hecho de este movimiento un
grupo de fanáticos
exaltados. Pese a todo, su
influencia positiva fue
grande en la iglesia, donde
reacciones similares se
produjeron en otros sitios.
La figura más grande del
Montanismo fue
Tertuliano, considerado
hoy en día como un Padre de
la Iglesia incluso por Roma
y defensor de la ortodoxia
contra las herejías (de
hecho es el autor de la
fórmula Trinitaria), pero
que en los últimos años de
su vida se pasó a las filas
del Montanismo, movimiento
que a partir del año 200
aproximadamente se
desembarazó de sus primeros
excesos y se supo ganar el
respeto de las demás
iglesias de la época. Así
Ireneo de Lyon se resistió a
condenarlo, ya que veía que
eso forzaría a rechazar los
dones del Espíritu cuando
estos fueran genuinos.
Epifanio, el apologista
contra las herejías del s.
IV d.c. tampoco pudo hallar
nada especialmente serio
para condenarlo, salvedad
hecha de los mencionados
excesos propios de todo
movimiento a lo
largo de la historia del
cristianismo.
Los concilios que se
reunieron para debatir la
cuestión Montanista fueron
varios, especialmente en el
170 d.c. donde se les
excomulgó, si bien sus
errores no fueron tenidos
por tales en toda la
cristiandad, ya que con el
tiempo y la entrada de
figuras como Tertuliano, se
moderó mucho en sus
exageraciones y llegó a ser
respetado por muchos
cristianos notables.
El Montanismo se fue
confundiendo con otros
movimientos que abogaban
contra la relajación de las
costumbres en la iglesia
como los Novacianos del s.
III y los Donatistas del IV
y siguientes, y podemos
decir que estos movimientos
que comenzaron siendo
tenidos como herejías o
exageraciones por parte de
los otros cristianos, serían
en siglos posteriores la
verdadera luz del evangelio
cuando la iglesia "oficial"
se había apartado ya de las
verdades Bíblicas. Así
movimientos tan importantes
como los
Valdenses del s. XI d.c.
(cristianos evangélicos de
la Edad Media) y que
perduran hasta hoy como una
denominación protestante,
tienen sus orígenes en estos
cristianos ortodoxos de los
primeros siglos, como el
mismo inquisidor de Passau
en el s.XII dijo de los
mismos: "Entre
todas las sectas que existen
o que han existido, no hay
ninguna más perniciosa para
la iglesia; y esto por tres
razones: La primera por su
gran antigüedad, pues
algunos dicen que los
Valdenses se remontan al
tiempo de Silvestre y hasta
hay quien asegura que al
tiempo de los apóstoles. La
segunda por que es la más
extendida y apenas si hay un
país donde no exista esta
secta. La tercera razón es
que, mientras todas las
demás sectas despiertan
horror y la repulsa de sus
oyentes por sus blasfemias
en contra de Dios, esta
demuestra una gran semblanza
de piedad; tanto que sus
adherentes viven justamente
delante de todos los hombres
y creen en todos los
artículos del Credo,
respetando en todo a Dios:
Solamente blasfeman de la
Iglesia y del clero romanos;
por esto tan grandes
multitudes de laicos les
prestan atención."
("Catolicismo Romano:
Orígenes y Desarrollo" José
Grau. Tomo I, pág. 330. Ed.
EEE, Barcelona 1987)
El Montanismo perduraría
como tal, libre de sus
exageraciones del principio,
hasta el s. VI en el norte
de Africa (donde se les
menciona en las leyes de la
ya corrupta iglesia romana,
aliada del poder civil),
entremezclado con el
Donatismo, desapareciendo en
el s.VIII con las invasiones
musulmanas. En Frigia, donde
este movimiento arraigó con
más fuerza, fueron
exterminados a espada en el
s.VI por el emperador
Justiniano, defensor de la
incipiente institución
temporal que se llamaría más
tarde
iglesia Católica Apostólica
Romana.
(
3- EL MONTANISMO Y
SUS SIMILITUDES CON EL
MOVIMIENTO CARISMÁTICO
MODERNO.
Si bien como hemos dicho, el
movimiento Montanista poco a
poco con el paso del tiempo,
se supo ganar el respeto de
sus correligionarios, los
comentarios que nos han
dejado de este movimiento
las grandes figuras
cristianas de la antiguedad,
nos hacen pensar (muchas
veces con una sonrisa en la
boca al constatar que "no
hay nada nuevo bajo el sol") del
actual movimiento
SeudoCarismático. Veamos
algunos textos:
En
este texto de Ireneo de Lión
se nos cuenta como, se
fuerza al neófito a
profetizar o a hablar en
lenguas o profetizar "a toda
costa"
llevándole a una especia de
frenesí místico y emocional:
"...El
entonces pronuncia nuevas
invocaciones para llenar de
admiración a la pobre
engañada, diciéndole: «Abre
tu boca y habla cualquier
cosa, y profetizarás».
Ella entonces, envanecida
por lo que se le ha dicho,
siente calentarse su alma
con el sueño de que está por
profetizar; su corazón se
pone a palpitar fuertemente,
se atreve a hablar cosas
delirantes y cualquier cosa
que le viene, sin sentido
pero con osadía, pues siente
arder en ella el espíritu..."
(Ireneo de Lión, Contra las
Herejías, Libro I, 13:3)
Aquí Ireneo nos cuenta como
estos Montanistas, al igual
que en ciertas reuniones de
modernos carismáticos,
juegan en sus reuniones a
profetizarse unos a otros:
"...como
esa gente suele hacerlo en
sus fiestas,
jugando a los videntes y
mandándose unos a otros
profetizar y anunciando unos
a otros profecías que
satisfagan sus caprichos"
(Ireneo de Lión, Contra las
Herejías, Libro I, 13:4)
Más adelante Ireneo nos
menciona como los verdaderos
creyentes no usan el tema de
los dones ni los milagros
como fuente de ganancia,
como tan desgraciadamente
hacen hoy en día algunos:
"Por
eso
sus discípulos verdaderos en
su nombre hacen tantas obras
en favor de los seres
humanos, según la gracia que
de él han recibido (...)
Y no lo hacen para seducir a
nadie ni para ganar dinero,
pues, así como ella
(la iglesia)
lo ha recibido gratis de
Dios, así también gratis lo
distribuye" (Ireneo
de Lión, Contra las
Herejías, Libro II, 32:4-5)
Ireneo también advierte del
gravísimo peligro en el que
se hayan los que profetizan
o dicen hablar de parte de
Dios cuando sus profecías
resultan ser falsas o
incumplidas:
"También
juzgará
(Dios)
a los pseudoprofetas, los
cuales, no temiendo a Dios
ni aceptando de Dios el don
de la profecía,
fingen profetizar,
mintiendo contra Dios, o por
vanagloria, o por interés de
ganancias, o por influjo del
mal espíritu" (Ireneo
de Lión, Contra las
Herejías, Libro IV, 33:6)
Eusebio el historiador
cristiano del siglo IV nos
dice, en boca de un
apologista del siglo II
contra este movimiento, cual
debe ser la actitud del
cristiano verdadero frente a
esta "Nueva Profecía" que él
llama "Falsa Profecía" (y
que tanto recuerda a las
novedosas innovaciones
que se van
sucediendo cada cierto
tiempo):
Mantenerse firme en la
Doctrina del Nuevo
Testamento:
"La
Doctrina del Nuevo
Testamento, a la cual
ninguno que ha escogido
comportarse según este
Evangelio, puede añadir ni
sacar nada"
(Historia Eclesiástica Libro
V, Cap. 16:3).
Es
de notar también que en el
siglo II los Montanistas
tenian
lenguas y
manifestaciones corporales
extrañas, según nos comentan
los cristianos de la época:
"Por
el excesivo anhelo de su
alma por ser el primero,
permitió al enemigo entrar
en su vida y quedó sujeto
por el espíritu (malo). De
pronto quedó como arrabatado
y
entró en éxtasis como un
poseído; empezó a
hablar y a pronunciar "raras
palabras",
profetizando desde entonces"
(Escritor del siglo II en
cita de Eusebio en su H.E.
Libro V, cap. 16: 7).
Otra de las manifestaciones
que pusieron en guardia a la
iglesia primitiva contra
estos "carismáticos" del
siglo II fueron además de
estas "lenguas raras" el
desorden de sus reuniones y
el no cumplimiento de los
requisitos para hablar en
lenguas que hay en 1ª
Corintios 12 y 14 :
"...hasta
incluso levantó a otras
mujeres más y las llenó del
espíritu corrupto, de modo
que también hablaban en
delirio,
fuera de tiempo, y de
manera extraña"
(Escritor del siglo II en
cita de Eusebio en su H.E.
Libro V, cap. 16: 9)..
El escritor del siglo II
Milciades, que escribió un
tratado contra esta herejía,
explica que no es necesarios
que un profeta para
profetizar deba "entrar en
éxtasis" o en hacer cosas
raras. (H.E. de Eusebio,
Libro V, Cap. 17:1).
Otro escritor llamado
Apolonio, del siglo II,
menciona algunos errores de
Montano como son:
"...enseñó
la
disolución de matrimonios,
instituyó la ley de los
ayunos, llamó con el nombre
de Jerusalén a Pepuza y a
Timio (dos poblados
Frigios) (...)
estableció recaudadores de
dinero (...)
estas primeras profetisas
dejaron a sus maridos
desde el mismo instante en
que fueron llenas de aquel
espíritu" (Apolonio,
en boca de Eusebio, Op.
citada Libro V, Cap.
18:2-3) .
Dice Apolonio más adelante
(siempre en pluma de
Eusebio), refiriéndose a
como estos engañadores
obtenían
beneficio económico de sus
oyentes:
"¿No
crees que toda la escritura
prohíbe que un profeta tome
dones y dinero? Así,
cuando veo a la profetisa
que ha recibido oro, plata y
ropas costosas, ¿cómo no he
de recharzarla?"
Y
"...demostramos
que los que entre ellos se
llaman profestas y mártires
toman su dinero, no solo de
los ricos,
sino incluso de los pobres,
de los huérfanos, y de las
viudas"
Efectivamente: no hay nada
nuevo bajo el sol. ¡Cuántos
desmanes económicos se han
dado y se dan hoy en día
entre los
telepredicadores de las
novedosas unciones de la
"super fe", "movimiento de
las prosperidad" y similares
"nuevas unciones"
carismáticas!
Más adelante habla del
lujoso modelo de vida de
estos carismáticos del siglo
II que otra vez nos recuerda
a los Telepredicadores del
moderno movimiento
carismático que viven con
todo tipo de lujos en
impresionantes mansiones,
conduciendo coches
costosísimos y viajando en
aviones privados que desde
luego no han ganado
honradamente con el sudor de
sus frentes, mientras visten
a la última moda:
"¿Un
profeta se tiñe el pelo? ¿Un
profeta se pinta las
pestañas? ¿Un profeta se
agrada en adornos?"
Basten estos pequeños
fragmentos de la antiguedad
paleocristiana para hacer
reflexionar a algún
despistado, sobre lo que
significa la verdadera
piedad.
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