LA
NATURALEZA
DE LAS
PERSECUCIONES
Introducción:
Los
cristianos
del mal
llamado
"primer
mundo" no
debemos
olvidar,
especialmente
en los
tiempos de
doctrinas
acomodaticias
como el
falso
"evangelio
de la
prosperidad"
y de
heréticas
enseñanzas
como la de
la
"súper-fe",
que seguimos
a Jesús: el
Mesías
judío, el
Nazareno,
quien fue
condenado
por el mundo
-y más en
concreto por
los de Su
mismo
pueblo- y
crucificado
en una cruz:
el más
ignominioso
de los
castigos que
la crueldad
romana había
ideado,
destinado
para los
criminales
más
despreciables
y vulgares.
Nuestros
antepasados
en la fe
sufrieron,
además, las
más crueles
persecuciones
que la
historia ha
conocido
(con la
excepción
del amado
pueblo
judío)
contra una
religión,
durante un
periodo
aproximado
de tres
siglos. No
olvidemos
tampoco, que
solo en el
año 2000 más
de 160.000
personas
murieron en
el mundo
(especialmente
ese olvidado
y también
mal definido
como "tercer
mundo") por
llamarse
cristianos,
lo fuesen o
no.
Desde su
aparición en
el mundo,
las
persecuciones
a las que el
cristianismo
se vio
expuesto,
constituyen
un hecho
histórico
digno de ser
estudiado y
analizado.
No han
faltado en
épocas
pasadas
quienes como
Voltaire,
quien puso
todo su
empeño en
vida en
denostar y
ridiculizar
la fe
cristiana,
han
pretendido
reducir a la
nada e
incluso
negar la
realidad de
dichas
persecuciones
(Voltaire
terminó sus
días solo,
en terrible
agonía,
pidiendo
perdón
desesperado
a un Dios
que no
conocía, en
su lecho de
muerte).
Para llegar
a este
resultado,
como ya han
indicado
algunos,
habría que
arrancar un
buen montón
de páginas
de los
mejores
historiadores
romanos de
la época y
negar ningún
crédito a
todos los
escritores y
documentos
eclesiásticos
de la era
paleocristiana.
Lo que si es
cierto, y
hace más
significativo
el hecho de
las
persecuciones,
es que solo
los
cristianos,
tal y como
el mismo
Maestro
predijo,
fueron
forzados por
los jueces a
renunciar a
su fe,
siendo la
esclavitud,
la tortura
en sus
formas más
refinadas, o
la misma
muerte, el
precio de su
fidelidad a
su profesión
(confesión)
de fe.
Para los
primeros
cristianos,
el hecho del
martirio era
causa de
bienaventuranza
"Bienaventurados
sois cuando
por mi causa
os vituperen
y os
persigan, y
digan toda
clase de mal
contra
vosotros,
mintiendo.
Gozaos
y alegraos,
porque
vuestro
galardón es
grande en
los cielos;
porque así
persiguieron
a los
profetas que
fueron antes
de vosotros"
(Mateo 5:
11-12) y de
hecho,
muchos
mártires
respondían a
su sentencia
de muerte
con un "Deo
gratias"
-"Gracias
a Dios"-.
Jesús mismo
nos dejó
bien claro
el tipo de
persecuciones
por las que
los
verdaderos
cristianos
pasarían en
todos los
tiempos,
muchas veces
de parte de
falsos
cristianos
que decían
representar
a la
"verdadera y
única
iglesia",
así esta
escrito: "He
aquí, yo os
envío como a
ovejas en
medio de
lobos; sed,
pues,
prudentes
como
serpientes,
y sencillos
como
palomas. Y
guardaos de
los hombres,
porque os
entregarán a
los
concilios, y
en sus
sinagogas os
azotarán; y
aun ante
gobernadores
y reyes
seréis
llevados por
causa de mí,
para
testimonio a
ellos y a
los
gentiles.
Mas cuando
os
entreguen,
no os
preocupéis
por cómo o
qué
hablaréis;
porque en
aquella hora
os será dado
lo que
habéis de
hablar.
Porque no
sois
vosotros los
que habláis,
sino el
Espíritu de
vuestro
Padre que
habla en
vosotros. El
hermano
entregará a
la muerte al
hermano, y
el padre al
hijo; y los
hijos se
levantarán
contra los
padres, y
los harán
morir. Y
seréis
aborrecidos
de todos por
causa de mi
nombre; mas
el que
persevere
hasta el
fin, éste
será salvo"
(Mateo
10:16-22).
No podemos
negar que la
historia de
la primera
iglesia
judía de
Jerusalén se
abre con la
persecución
de sus
propios
hermanos de
raza y de
religión
(puesto que
los primeros
creyentes
judíos no
creían
pertenecer a
una nueva
religión
afuera del
judaísmo).
De hecho el
mismo Saulo
de Tarso
(después
conocido
como el
apóstol
Pablo)
comenzó como
un símbolo
del odio
visceral del
judaísmo
tradicional
contra el
judaísmo
mesiánico de
la nueva
secta de los
seguidores
de Yeshua
ben Elohim.
Historiadores
católico-romanos
quieren aún
hoy en día
ver, desde
postulados
que
consideramos
judeófobos,
la fuente de
las
persecuciones
en la
sinagoga y
el judaísmo
contra la
"nueva
religión".
Como
decimos, a
nuestro
parecer, se
trató más de
una
persecución
del judaísmo
tradicional
contra una
nueva
corriente
dentro del
mismo
judaísmo,
que
terminaría
por
desgajarse
definitivamente
de él con la
gentilización
y
romanización
de la fe en
el Mesías
Yeshua ben
Elohim.
Lo que no
podemos
ignorar es
que la
verdadera
perseguidora
de la
Iglesia de
Jesús en su
nacimiento
(y también
después en
otras
circunstancias
que no viene
aquí al
caso) es, en
palabras del
apóstol del
amor, la "Gran
Ramera"
llamada Roma
de la cual
el vidente
de Patmos
nos refiere
en el
Apocalipsis:
"Vi
a la mujer
ebria de la
sangre de
los santos,
y de la
sangre de
los mártires
de Jesús; y
cuando la
vi, quedé
asombrado
con gran
asombro
(...)
Las siete
cabezas son
siete
colinas,
sobre los
cuales se
sienta la
mujer
(...)
Y la mujer
que has
visto es la
gran ciudad
que reina
sobre los
reyes de la
tierra"
(Apocalipsis
18:6, 9,
18).
El imperio
romano y sus
leyes
protegían la
libertad de
culto y
hasta veían
bien las
diferentes
religiones
que, de
todas las
naciones, se
iban
implantando
en Roma. Es
por esto que
no deja de
ser
paradójico
que el hecho
del
cristianismo
fuese la
excepción.
Para los
primeros
cristianos,
esto era una
prueba más
de la verdad
del
cristianismo,
y personas
como Justino
u Orígenes,
atribuyeron
al poder de
los demonios
sobre esta
sociedad
pagana
romana, el
hecho de las
persecuciones
anticristianas.
Así, si bien
es cierto
que algunos
emperadores
perseguidores
como Nerón o
Domiciano
fueron
verdaderos
demonios y
monstruos de
maldad en
vida; no
deja de ser
significativo
que otros
que
ordenaron
matanzas y
persecuciones
de
cristianos
han pasado a
la historia
como
emperadores
filósofos o
mecenas del
arte y la
cultura que
aún hoy son
leídos y
publicados
como
Trajano,
Marco
Aurelio y
Diocleciano.
¿Porqué
contra el
cristianismo?
Dejando a un
lado las
interpretaciones
que dicta la
fe, la
realidad es
que los
modernos
ignoran que
la libertad
de
conciencia,
la
tolerancia y
virtudes tan
reivindicadas
hoy en día
por los
actuales
anticristianos,
son logros y
conquistas
del mismo
cristianismo
al que se
esfuerzan
con tanto
ahínco en
convertir en
el paradigma
de la
intolerancia
por medio de
sus
afirmaciones
y películas
holliwoodienses.
Así, cuando
la noble
mártir
africana
Vibia
Perpetua y
sus
compañeros
de los que
transcribimos
íntegro el
martirio en
esta WEB,
van a ser
sacrificados
en el
anfiteatro,
y se les
quiere
ultrajar una
última vez
antes de la
muerte
disfrazándoles
de
sacerdotes
paganos,
invocan con
firmeza a su
libertad de
conciencia,
algo
inaudito y
desconocido
en aquella
época. Así
nos refiere
el acta: "Llegados
a la entrada
del
anfiteatro,
quisieron
vestir a los
hombres el
hábito de
los
sacerdotes
de Saturno,
y a las
mujeres, el
de las
sacerdotisas
de Ceres.
Todos
rehusaron
con generosa
intrepidez,
diciendo:
"Hemos
venido
voluntariamente
aquí por
conservar
nuestra
libertad, y
por eso
damos
nuestras
vidas; este
es el único
contrato que
tenemos con
vosotros".
La
injusticia
reconoció a
la justicia,
y el tribuno
permitió que
entrasen con
sus propios
hábitos."
Para los
antiguos
griegos y
romanos, la
religión lo
era todo. No
era algo
separado de
la política,
sino que
política y
religión
eran una
misma cosa.
La Polis y
la Civitas
se
fundamentaban
en estos
principios y
los
sacerdotes
paganos eran
una especie
de
funcionarios
públicos que
desempeñaban
una función
específica.
La religión
entonces no
tenía nada
que ver con
el concepto
cristiano de
una relación
personal del
hombre con
la
divinidad.
Así el
estado, o
mejor dicho,
la ciudad
estado, era
la asamblea
o reunión de
aquellos que
poseían unos
mismos
dioses y que
sacrificaban
en un mismo
altar.
Renegar de
los dioses
de los
antepasados
no era solo
apostasía,
era traición
a la patria.
Este
concepción
religiosa no
impedía que
en Roma
fuesen
invitadas y
bien
acogidas las
divinidades
de los
pueblos
conquistados;
es como el
ejemplo del
libro de los
hechos y del
templo al
"dios
desconocido"
que Pablo
vio en
Atenas. El
escritor
latino
Ovidio dijo:
"Roma
es digna de
que a ella
vayan todos
los dioses".
Tertuliano
afirma que
en un
principio el
cristianismo
dio sus
primeros
pasos a la
sombra del
judaísmo,
del que los
romanos no
lo
diferenciaban,
sin tener
más
problemas.
Sin embargo,
la primera
luz
histórica
acerca de
como esta
situación
cambió, nos
la da
Suetonio en
un texto
relativo a
la expulsión
de los
judíos de
Roma por los
frecuentes
tumultos que
tenían
acerca de un
tal "Cresto"
(Corrupción
latina de
Christus).
Esta
expulsión se
dio en el
año 51-52
d-C. y a
raíz de este
acontecimiento
es que pablo
se encuentra
con dos
judíos
creyentes en
Jesús que
acaban de
llegar de
Roma: Aquila
y Priscila
(Ver Hechos
18:2).
Será poco
más de diez
años después
de estos
acontecimientos,
el año 64
d.C. que la
cristiandad
romana
pasaría por
su primera
prueba de
fuego, en
una calurosa
noche de
julio,
cuando,
provocado
por el
enajenado y
monstruo de
maldad, el
emperador
Nerón, un
terrible
incendio se
declaró en
las
inmediaciones
del circo
máximo.
No pasaría
mucho tiempo
para que el
grito de la
chusma
alborotada
resonase con
el
tristemente
famoso: "Los
cristianos
al león",
que no se
extinguiría
hasta dos
siglos y
medio
después.
La
naturaleza
de las
persecuciones
del siglo I
Además del
texto que se
reproduce en
el tema de
las
persecuciones
del siglo I,
y que hace
mención a la
persecución
Neroniana,
hemos de
decir, que
Tertuliano
de Cartago,
conocedor de
las leyes
Romanas
afirma sin
duda alguna
que existió
un "Institutum
Neronianum"
o ley del
emperador
Nerón contra
los
cristianos,
cuyo
fundamento
básicamente
era este: "Ut
christiani
non sint"
o lo que es
lo mismo "No
es lícito
ser
cristiano".
De este
modo, aunque
los mismos
paganos que
los
condenaban,
como es el
caso de
Plinio, de
manera
patente se
daban cuenta
de la
inocencia de
los
cristianos,
como fue en
el caso de
los
cristianos
de Bitinia,
los paganos
parecían
decir: "La
ley está por
encima de
toda verdad,
y por esto
es preciso
obedecerla"
(del mismo
modo a lo
largo de la
historia, y
aún hoy en
día, muchos
dentro del
cristianismo,
olvidan la
ley
evangélica
del amor, y
se
convierten
en
legalistas
inflexibles).
No importa
si el
acusado es
inocente, o
si es un
ciudadano
ejemplar: el
delito es el
simple hecho
de ser
cristiano, y
poner su
conciencia
por encima
de las leyes
humanas que
le condenan.
La
naturaleza
de las
persecuciones
del siglo II
En este
siglo toda
la
legislación
sobre los
cristianos,
se resume en
el famoso
rescripto de
Trajano,
respondiendo
a su
embajador en
Bitinia,
Plinio el
Joven, hacia
el año 112
d.C. Por
esta carta,
podemos
entender (es
la única
manera de
darle
sentido a la
misma), que
en efecto,
existía una
legislación
anterior
(¿la
Neroniana?)
contra el
cristianismo
y los
cristianos.
La cosa es
que el
meticuloso
Plinio, que
por lo que
comenta ya
ha dado
alguna
sentencia de
pena de
muerte
contra
alguna
persona que
al ser
detenida ha
persistido
en su
confesión de
cristiano,
se pregunta
(pregunta al
emperador)
el llamado "quid
et quatenus"
esto es: qué
se debe
castigar en
un
cristiano, y
en qué
medida se
debe
castigar a
un
cristiano.
¿Se debe de
castigar el
mero hecho
de tener el
nombre de
cristiano, o
los posibles
delitos
entorno al
hecho de
llevar
nombre de
cristiano?.
¿Se debe
castigar a
todos los
cristianos
por igual, o
se debe
tener alguna
consideración
por
cuestiones
de edad,
arrepentimiento,
etc.?.
La respuesta
de Trajano
en su
rescripto no
deroga la
ley
anterior,
pero si la
mitiga: El
cristianismo
no debe de
ser
perseguido
de oficio
por el las
autoridades
imperiales
(lo que es
un
reconocimiento
de su
inocencia),
pero si los
cristianos
son
delatados
conforme a
la ley (no
valen, pues,
acusaciones
anónimas)
hay que
castigarlos
con dureza.
Es, pues, un
sin sentido:
Personas a
las que se
deja vivir
con toda
tranquilidad,
son llevadas
a la muerte
si tan solo
a alguien se
les ocurre
acusarles
por
cristianos.
La
persecución
no es contra
los posibles
males o
delitos que
hayan podido
causar los
cristianos,
sino contra
el nombre de
cristiano.
Así
Tertuliano
dirá: "Si
confesamos,
se nos
tortura; si
perseveramos
se nos
castiga; si
apostatamos
se nos
absuelve,
pues la
persecución
es solo
contra el
nombre"
y en otro
lado escribe
Tertuliano:
"El
hombre
confiesa a
gritos: "Soy
cristiano".
Y dice lo
que es. Tú
(legislador)
quieres que
diga lo que
no es.
Presidiendo
los
tribunales
con el
objeto de
obtener la
verdad, sin
embargo de
nosotros
(los
cristianos)
queréis oír
una mentira.
"Soy
-confiesa el
prisionero-
lo que
vosotros me
preguntáis
si soy"
¿Para que me
atormentas
para que te
diga lo
contrario?
Confieso ser
cristiano y
me torturas,
¿qué harías
si dijese
que no lo
soy? Y todos
saben que si
otros
prisioneros
niegan sus
delitos,
vosotros no
les creéis
con
facilidad; a
nosotros sin
embargo,
apenas
negamos lo
que somos,
nos
creéis..."
(Apologético
2:13-15).
Así la
sentencia de
muerte a un
cristiano,
no menciona
otro crimen
que el hecho
de llamarse
cristiano.
Tertuliano
dice al
respecto: "¿Cómo
es que en
vuestras
sentencias
leéis:
"fulano el
cristiano"?,
¿porqué no
escribís
también
"homicida"
si ser
cristiano
implicase
también ser
homicida?
¿Porqué no
también
incestuosos
o cualquier
otro crimen
que creáis
que
cometamos?"
(Apol. 2:20)
En el acta
del tormento
de los
Mártires de
Lión,
leemos el
celo y temor
de un
cristiano
llamado
Santos, para
no negar el
Nombre del
que le
salvó. El
relato es
estremecedor,
más si
pensamos
cuantas
veces hoy en
día los
"cristianos"
se
avergüenzan
de
confesarse
como tales
ante el
mundo: "También
Santos,
habiendo
experimentado
en su cuerpo
todo los
tormentos
que el
ingenio
humano pudo
imaginar, y
cuando
esperaban
sus verdugos
que a fuerza
de torturas
conseguirían
hacerle
confesar
algún
crimen,
estuvo tan
constante y
firme que no
dijo su
nombre ni el
de su
nación, ni
el de su
ciudad, ni
aun si era
siervo o
libre, sino
que a todas
las
preguntas
respondía en
latín: "Soy
cristiano".
esto era
para él su
nombre, su
patria y su
raza, y los
gentiles no
pudieron
hacerle
pronunciar
otras
palabras."
En realidad
los
legisladores
(de ahí las
dudas de
Plinio)
sabían que
los
cristianos
no habían
cometido
otro crimen
que el hecho
de llevar
ese nombre:
cristianos.
Las
calumnias de
asesinato,
canibalismo,
incesto,
adoración de
un
crucificado
con cabeza
de asno y
barbaridades
semejantes,
solo las
creía el
populacho,
la masa
manipulada.
Al respecto
el rescripto
de Trajano
decía "Los
que
confiesen el
nombre de
cristianos
han de ser
ejecutados,
los que lo
nieguen,
absueltos",
no hay más.
Solo la
chusma daba
crédito y
aún
alimentaba
las
calumnias
sobre los
primitivos
cristianos.
Ni un
legislador o
noble jamás
las creyó.
El
cristianismo
contaba con
opositores
fanáticos
entre el
bajo clero
pagano,
entre los
numerosos
adivinos y
curanderos
ambulantes
que
engañaban a
las gentes
de más baja
extracción.
Estos
infundían en
la masa
pagana todos
sus rencores
sobre el
cristianismo
y lo
acusaban de
todos los
males que
pudiesen
imaginar.
Tertuliano
cuenta con
ironía como
"Si
el Tíber
desborda sus
diques, si
el Nilo no
puja hasta
los
sembrados,
si el cielo
queda
inmóvil, si
la tierra
tiembla, si
el hambre y
la peste
sobrevienen.
al punto
gritáis:
"CHRISTIANOS
AD LEONEM":
¡¡¡LOS
CRISTIANOS
AL LEÓN!!!,
¿Tanto a
uno?"
(Apologético
40:6). Los
mismos
gritos,
cuenta
Tertuliano,
resonaban
tras las
fiestas
religiosos
populares
cuando el
pueblo tras
las
bacanales
(orgías de
bebida, etc.
en fiestas
religiosas
-¿Le suena
esto de algo
al lector?-)
corría a los
sepulcros de
los
cristianos a
arrancar de
allí a los
cadáveres
irreconocibles
y
corrompidos
para
insultarles
y
destrozarlos.
Por último
tertuliano
relata como
durante las
fiestas del
circo
romano, el
mismo grito
no dejaba de
resonar
reclamando
el suplicio
de los
cristianos.
Parece un
sin sentido
que el aún
hoy admirado
como
filósofo
emperador
Marco
Aurelio,
fuese uno de
los peores
perseguidores
del
cristianismo.
Así
escribirá
una ley que
dirá: "El
que
introduzca
nuevas
sectas o
religiones
desconocidas
y por ellas
altere al
pueblo, si
es noble,
debe ser
desterrado;
si plebeyo,
decapitado"
(Paulo,
Sent.
V,21,2)
La
naturaleza
de las
persecuciones
del siglo
III
Es a
partir del
siglo III
que se
inicia el
régimen de
persecución
sistemática
y de
aniquilación
y exterminio
del
cristianismo
con métodos
y edictos
cuidadosamente
elaborados.
Los rumores
del
populacho ya
no convencen
a nadie,
pero el
cristianismo
era algo que
en vez de
desaparecer
tras dos
siglos de
persecuciones,
se había
extendido y
crecido en
todas las
capas
sociales
poniendo en
peligro la
religión
tradicional
de Roma (la
religión que
profesaron
los padres,
la familia,
los
antepasados).
Para un
magistrado
era difícil
resistirse a
la
muchedumbre
llena de
odio
anticristiano.
Era una
manera fácil
y barata de
contentar al
populacho,
satisfaciendo
sus
instintos
más bajos.
Septimio
Severo
(193-211
d.C.)
prohibió
hacia el 202
d.C. toda
propaganda
religiosa de
los Judíos y
de los
Cristianos,
pero como
podemos hoy
en día
testificar,
su edicto
quedó en la
nada. Los
verdaderos
demonios de
la
persecución
del siglo
III fueron
Decio en 249
d.C. y
Valeriano en
258 d.C.
cuya
política fue
la de la
búsqueda y
exterminio
de los
cristianos
allí donde
se
encontrasen
estos.
La última
persecución
La última
persecución
de la Roma
imperial al
cristianismo
primitivo (que
fue, ni es,
ni será la
última de
Roma contra
el
cristianismo)
fue la de
Diocleciano
entre el 259
al 303 d.C.
Tras esta
persecución,
Constantino
el
emperador,
con su
conversión,
haría del
cristianismo
la religión
de moda
entre los
paganos. Lo
que el
enemigo de
la fe no
logró con
sangre y
fuego, lo
lograría a
partir de
ahora con
métodos
mucho más
sutiles y
difíciles de
discernir
para
aquellos
héroes de la
fe que nos
precedieron. |