DEMOSTRACIÓN DE LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA O
"EPIDEIXIS"
Ireneo de Lión
La Demostración de
la Predicación Apostólica o "Epideixis" de Ireneo
de Lión (recuerda, discípulo de Policarpo,
a su vez oyente del apóstol Juan en la iglesia de Esmirna) es el
resultado de la petición de un amigo de Ireneo -Marciano- que le ruega
que le haga una exposición del verdadero cristianismo tal y como lo
predicaron los apóstoles a los ancianos a los que Ireneo conoció.
Constituye un compendio
digno de ser leído y meditado (por su aparente sencillez -solo
aparente- llena de profundidad) en estos tiempos de tan grande crisis
en el seno del cristianismo.
Espero que te sea de
edificación.
PRÓLOGO (cc. 1-3)
1. Conozco, querido Marciano, tu empeño en seguir la senda de la piedad
el único camino que lleva al hombre a la vida eterna; me alegro por ello
y pido por ti para que, conservando pura la fe, resultes grato a Dios,
tu Creador. ¡Ojalá pudiésemos estar siempre juntos para ayudarnos
mutuamente y aligerar las preocupaciones de la vida terrena mediante el
intercambio continuo de cuestiones provechosas! Dado que en la
actualidad estamos físicamente separados uno del otro, he decidido,
dentro de mis posibilidades, conversar contigo por escrito y exponerte
brevemente la predicación de la verdad para fortalecer tu fe. Lo que te
envío es una especie de promemoria sobre los puntos fundamentales, de
tal modo que en pocas páginas puedas encontrar abundante material
teniendo reunidas concisamente las líneas fundamentales del cuerpo de la
verad y con este compendio tengas a mano las pruebas de las realidades
divinas. Pienso que te será útil no sólo para tu salvación sino también
para confutar a los que defienden falsas opiniones y, a quien lo quiera
conocer, le podrás exponer con seguridad nuestra enseñanza en su
integridad y pureza. En realidad, para aquéllos que ven no hay más que
un camino ascendente, iluminado por la luz celeste; pero para aquéllos
que no ven, los caminos son muchos, sin iluminación y descendentes. El
primero conduce al reino de los cielos y une al hombre con Dios; los
otros llevan a la muerte y alejan de Dios. Por lo tanto, para ti y para
los que desean ardientemente su salvación, es necesario que caminen en
la fe, sin desviarse, con coraje y determinación, para evitar que, por
falta de tenacidad y perseverancia, se entreguen a los placeres
materiales o que, errando el camino, se alejen de la recta dirección.
2. Y como el hombre es un ser viviente compuesto de alma y cuerpo, así
es necesario y conveniente que exista en virtud de tales dos elementos;
y puesto que del uno y del otro, de los dos, emanan las caídas, la
pureza del cuerpo está en abstenerse y rehuir toda cosa inverecunda y
toda acción injusta, y la pureza del alma está en conservar intacta la
fe en Dios, sin agregar ni quitar nada de ella. Porque la piedad se
empaña y pierde su candor cuando se contamina con la impureza del
cuerpo; se rompe, se mancha y se desintegra cuando el error entra en el
alma; se mantendrá en su belleza y en su justa proporción cuando la
verdad habita constantemente en el alma y la santidad en el cuerpo. Pero
¿para qué sirve conocer la verdad de palabra si se profana el cuerpo y
se realizan acciones degradantes? ¿De qué sirve la santidad del cuerpo
si la verdad no anida en el alma? Ambos, pues, se alegran de estar
juntos, están aliados y luchan mano a mano para llevar al hombre a la
presencia de Dios. Por esto dice el Espíritu Santo por medio de David:
Dichoso el hombre que no ha caminado en el consejo de los impíos (Sal
1,1), es decir, en el consejo de los pueblos que no conocen a Dios; de
hecho, impíos son aquellos que no veneran a Aquél que es, por
naturaleza, Dios. De ahí que el Verbo dice a Moisés: Yo soy el que soy
(Ex 3,14). De esta forma los que no veneran a Aquél que verdaderamente
es, son impíos. El que no se ha parado en el camino de los pecadores
(Sal 1,1). Y son pecadores los que poseen el conocimiento de Dios y no
guardan sus mandamientos, es decir, los que le desprecian. Que tampoco
se sienta en la cátedra de los cínicos (Sal 1,1). Cínicos son los que
con doctrinas falsas y perversas no sólo se corrompen a sí mismos sino
también a los demás. La cátedra de hecho es el símbolo de la escuela.
Así son los herejes: se sientan en la cátedra de los cínicos y corrompen
a los que toman el veneno de sus doctrinas.
3. Así pues, por temor a cosa semejante, nosotros debemos mantener
inalterada la Regla de la fe, y cumplir los mandamientos de Dios
creyendo en Él, temiéndole como a Señor y amándole como a Padre. Por lo
tanto, un comportamiento de este estilo es una conquista de la fe, pues,
como dice Isaías: Si no creéis no comprenderéis (Is 7,9); la fe nos es
concedida por la verdad, pues la fe se fundamenta en la verdad. De hecho
nosotros creemos lo que realmente es y como es; y creyendo lo que
realmente es y como siempre es, mantendremos firme nuestra adhesión.
Ahora bien, puesto que la fe sostiene nuestra salvación, es necesario
prestarle mucha atención para lograr una auténtica inteligencia de la
realidad. La fe es la que nos procura todo eso como nos han transmitido
los presbíteros, discípulos de los apóstoles. En primer lugar la fe nos
invita insistentemente a rememorar que hemos recibido el bautismo para
el perdón de los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de
Jesucristo, Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el
Espíritu Santo de Dios; que el bautismo es el sello de la vida eterna,
el nuevo nacimiento de Dios, de tal modo que no seamos ya más hijos de
los hombres mortales, sino de Dios eterno e indefectible; que el Eterno
e Indefectible es Dios, por encima de todas las creaturas, y que cada
cosa, sea de la especie que sea, está sometida a Él, y cuanto a Él fue
sometido fue por Él creado. Dios, por lo tanto, no ejerce su poder y
soberanía sobre lo que pertenece a otros, sino sobre lo que le es
propio. Y todo es de Dios. En efecto, Dios es omnipotente y todo
proviene de Él.
LA ENSEÑANZA APOSTÓLICA (cc. 4-41)
4. Porque es necesario que las cosas creadas tengan por principio
alguna causa grande, y el principio de todo es Dios; Él no tiene origen
en otro, antes por el contrario, todo fue creado por Él. Es, pues,
necesario creer primeramente que hay un Dios, el Padre, el cual lo creó
y organizó el conjunto de los seres e hizo existir lo único que no
existía, y conteniendo el conjunto de los seres es el único
incontenible. Ahora bien, en tal conjunto se halla igualmente este mundo
nuestro, y en el mundo, el hombre. También, pues, este mundo fue creado
por Dios.
Dios crea por medio del Verbo y del Espíritu
5. He aquí la demostración [de esta doctrina]: que hay un solo Dios,
Padre, increado, invisible, creador del universo; ni por encima de Él ni
después de Él existe otro Dios; que Dios es racional y por esto todos
los seres fueron creados por medio del Verbo; y Dios es Espíritu, y con
el Espíritu lo dispuso todo, según dice el profeta: Por la palabra del
Señor fueron establecidos los cielos, y por obra de su Espíritu todas
sus potencias (Sal 32,6). Ahora bien, ya que el Verbo establece, es
decir, crea y otorga la consistencia a cuanto es, allí donde el Espíritu
pone en orden y en forma la múltiple variedad de las potencias, justa y
convenientemente el Verbo es denominado Hijo, y el Espíritu, Sabiduría
de Dios. A este propósito el apóstol Pablo dice: Un solo Dios Padre, que
está por encima de todo, con todo y en todos nosotros (Ef 4,6). Porque
sobre todas las cosas está el Padre, pero con todo está el Verbo,
puesto que por su medio el Padre ha creado el universo; y en todos
nosotros está el espíritu que grita «Abbá» (Padre) y ha plasmado el
hombre a semejanza de Dios. Así pues, el Espíritu muestra al Verbo; a
su vez los profetas anunciaron al Hijo de Dios; mas el Verbo lleva
consigo el Espíritu, y así es Él mismo quien comunica a los profetas el
mensaje y eleva al hombre hasta el Padre.
Los tres artículos de la Fe: Padre, Hijo y Espíritu Santo
6. He aquí la Regla de nuestra fe, el fundamento del edificio y la base
de nuestra conducta: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible, único
Dios, creador del universo. Éste es el primer y principal artículo. El
segundo es: el Verbo de Dios, Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor,
que se ha aparecido a los profetas según el designio de su profecía y
según la economía dispuesta por el Padre; por medio de Él ha sido creado
el universo. Además al fin de los tiempos para recapitular todas las
cosas se hizo hombre entre los hombres, visible y tangible, para
destruir la muerte, para manifestar la vida y restablecer la comunión
entre Dios y el hombre. Y como tercer artículo: el Espíritu Santo por
cuyo poder los profetas han profetizado y los padres han sido instruidos
en lo que concierne a Dios, y los justos han sido guiados por el camino
de la justicia, y que al fin de los tiempos ha sido difundido de un modo
nuevo sobre la humanidad, por toda la tierra, renovando al hombre para
Dios.
El bautismo y el nuevo nacimiento en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo
7. Por eso el bautismo, nuestro nuevo nacimiento, tiene lugar por
estos tres artículos, y nos concede renacer a Dios Padre por medio de su
Hijo en el Espíritu Santo. Porque los portadores del Espíritu de Dios
son conducidos al Verbo, esto es, al Hijo, que es quien los acoge y los
presenta al Padre, y el Padre les regala la incorruptibilidad. Sin el
Espíritu Santo es pues imposible ver el Verbo de Dios y sin el Hijo
nadie puede acercarse al Padre, porque el Hijo es el conocimiento del
padre y el conocimiento del Hijo se obtiene por medio del Espíritu
Santo. Pero el Hijo, según la bondad del Padre, dispensa como ministro
al Espíritu Santo a quien quiere y como el padre quiere.
Dios Padre bondadoso y justo
8. Y si el padre es denominado por el Espíritu Santo, Altísimo,
Omnipotente y Señor de las potencias, es para que lleguemos a conocer a
Dios, es decir, el creador del cielo y de la tierra y de todo el
universo, creador de los ángeles y de los hombres y Señor de todos, por
medio del cual todo existe y permanece en vida, misericordioso,
compasivo, tiernísimo, bueno, justo, Dios de todos, de los Judíos, de
los Gentiles y de los creyentes; pero de los creyentes es Dios Padre,
pues al fin de los tiempos abrió Él el testamento de la adopción filial;
sin embargo para los Judíos es Señor y legislador porque cuando aquellos
hombres, en los tiempos medios, olvidaron a Dios alejándose y
rebelándose contra Él, los recondujo a la obediencia mediante la ley
para que cayeran en la cuenta que tenían un Señor que es autor, creador
y que da el soplo de vida, al cual debemos prestar culto día y noche; y
para los Gentiles es creador, demiurgo y omnipotente. Para todos, sin
excepción, es dador de alimento y manjar, rey y juez, porque nadie
escapará a su juicio, ni judío, ni gentil ni ningún creyente que haya
pecado y ni siquiera un ángel. Aquellos que en el presente se nieguen a
creer en su bondad, experimentarán en el juicio su poder, como dice el
santo Apóstol: No reconociendo que la bondad de Dios te está empujando a
la enmienda, antes por el contrario, con la dureza y la impenitencia de
tu corazón te estás almacenando la ira para el día de la ira cuando se
revelará el justo juicio de DIos que pagará a cada uno según sus obras (Rm 2,4-6). Éste es Aquel que en la Ley es llamado el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, Dios de vivos (Ex 3,6). De este
Dios es indescriptible su trascendencia y magnitud.
Los siete cielos, los dones del Espíritu y el culto angélico
9. Este mundo hállase rodeado de siete cielos, en los cuales habitan
innumerables potencias, ángeles y arcángeles, que aseguran un culto a
Dios todopoderoso y creador del universo. No porque tenga necesidad de
ellos, sino para que no estén al menos sin hacer nada e inútiles y
malditos. Por eso es múltiple la presencia interior del Espíritu de
Dios, y el profeta Isaías la enumera en siete formas de ministerio, que
han descansado en el Hijo de Dios, a saber, el Verbo en su venida
humana. En efecto, dice: Sobre él se posará el Espíritu de Dios,
Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y de
fortaleza, [Espíritu de Ciencia] y de piedad; le conquistará el Espíritu
del temor de Dios (Is 11,2-3). El primer cielo, pues, a partir de lo
alto, que contiene a los restantes, es la sabiduría; el segundo es la
inteligencia; el tercero es el consejo; el cuarto, en línea descendente,
es la fortaleza; el quinto es la ciencia; el sexto es la piedad; el
séptimo, que corresponde a nuestro firmamento, está repleto del temor de
este Espíritu que ilumina a los cielos. De ahí tomó Moisés el modelo
del candelabro de los siete brazos que arde ininterrumpidamente en el
Santuario. De hecho organizó el culto según este esquema celeste con lo
que le había significado el Verbo: Te ajustarás al modelo que te fue
mostrado en la montaña (Ex 25,40).
La glorificación del padre por el Hijo y por el Espíritu Santo
10. Aqueste Dios, es decir el Padre, viene pues glorificado por su
Verbo, que es su Hijo para siempre, y por el Espíritu Santo, que es la
Sabiduría del Padre de todos. Y sus potencias, la del Logos y de la
sabiduría, llamadas también Querubines y Serafines, glorifican a Dios
con voz incesante; y cualquier otra creatura que con ellas está en los
cielos da gloria a Dios, Padre de todos. Él con la palabra confirió la
existencia al universo entero; y en este universo hay también ángeles; y
a este universo entero le dio leyes, ordenando que cada cual esté y
permanezca en lo suyo, sin salirse de los límites decretados por Dios,
cumpliendo cada uno el trabajo que le asignaron.
Dios plasma al hombre con sus manos
11. Al hombre empero lo plasmó Dios con sus propias manos, tomando el
polvo más puro y más fino de la tierra y mezclándolo en medida justa con
su virtud. Dio a aquel plama su propia fisonomía, de modo que el hombre,
aun en lo visible, fuera imagen de Dios. Porque el hombre fue puesto en
la tierra plasmado a imagen de Dios. Y a fin de que pudiera vivir, sopló
Dios en su rostro un hálito vital, de manera que tanto en el soplo como
en la carne plasmada el hombre fuera semejante a Dios. Fue creado por
Dios libre y señor de sí, destinado para ser rey de todos los seres del
cosmos. Este mundo creado, preparado por Dios antes de plasmar al
hombre, fue entregado al hombre como territorio propio con todos los
bienes que contenía. En este lugar trabajaban, cada uno según sus
propias funciones, los siervos de aquel Dios que había creado todoas
las cosas; y allí mandaba el regidor y cabeza que había sido constituido
jefe de sus consiervos; y los siervos eran ángeles y el regidor y
cabeza era un arcángel.
El paraíso lugar de delicias
12. Habiendo, pues, constituído al hombre dueño de la tierra y de toda
cosa que hay sobre ella, secretamente le constituyó también dueño de
aquellos que en ella tienen oficio de siervos. Sin embargo, éstos, es
decir los ángeles, se hallaban en la plenitud de su posiblidad, mientras
que el dueño, esto es, el hombre, era aún pequeño, como niño, y debía
crecer para llegar a la madurez. Y a fin que se alimentara y
desarrollara con gozo y alegría, fuele preparado un sitio mejor que este
mundo, superior a él por el aire, la belleza, la luz, el alimento, las
plantas, los frutos, las aguas y todas las demás cosas necesarias para
la vida. Y este lugar tiene por nombre Jardín. El Jardín era tan bello y
agradable que el Verbo de Dios se personaba con frecuencia en él; se
paseaba y entretenía con el hombre prefigurando lo que había de suceder
en el futuro, es decir, que el Verbo de Dios se haría conciudadano del
hombre y conversaría y habitaría con todos los hombres enseñándoles la
justicia. Pero el hombre era todavía niño y no tenía aún pleno uso de
razón, de ahí que le fuera fácil al seductor engañarle.
La creación de Eva
13. Entonces Dios hizo comparecer ante la presencia de Adán, que estaba
paseando por el Jardín, a todos los animales y le dió orden de
imponerles nombres a cada uno, y el nombre con que denominó Adán a un
ser viviente, tal fue su nombre. Decidió, asimismo, crear una ayuda al
hombre, diciendo: No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle el
auxiliar que le corresponde (Gn 2,18). Entre todos los vivientes no fue
hallada una ayuda igual, parangonable y similar a Adán. Dios mismo
inspiró, entonces, un éxtasis a Adán y le adormeció. Como el sueño no
existía en el Jardín, fue inspirado sobre Adán por voluntad de Dios,
para realizar una obra a partir de otra obra. Tomó, entonces, una
costilla de Adán, llenó de carne el vacío creado, y con la costilla
extraída hizo a la mujer y así la presentó a Adán. Éste, en viéndola,
exlamó: ¡Ésta si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Su
nombre será hembra, porque la han sacado de su hombre! (Gn 2,23).
Adán y Eva en perfecta armonía
14. Y Adán y Eva, pues así se llamaba la mujer, estaban desnudos y no
sentían vergüenza, porque su mentalidad era inocente e infantil y no
brotaban en ellos imaginaciones y pensamientos como los que engendran en
el alma la concupiscencia y la pasión atizados por el mal. De hecho
vivían en estado de integridad, conservando su propia naturaleza, porque
lo inspirado en el plasma era un soplo de vida. Ahora bien, mientras
dura y persevera aquel soplo, en su orden y con su vigor, no es posible
entender y concebir cosas abyectas. Por eso no sentían vergüenza al
besarse y abrazarse con la inocencia más infantil.
El mandamiento de Dios
15. Pero para que el hombre no tuviese pensamientos de soberbia y se
enorgulleciese, como si no tuviera amo, por razón de la autoridad que le
había sido conferida y de la libertad de acceso a Dios para que no
faltase, y, por complacencia en sí, concibiese pensamientos de orgullo
contra Dios, le fue dada por Dios una ley, a fin de que reconociera que
tenía por Señor al Señor de todo. Y le impuso Dios algunas reglas, de
suerte que, si observaba el mandamiento de Dios, permanecería siempre
tal como era, esto es, inmortal. Pero, si no la observaba, se haría
mortal, destinado a disolverse en la tierra de donde había sido tomado
su plasma. Y éste era el mandamiento: De todo árbol que está en el
interior del Jardín, come y aliméntate. Mas del árbol de donde procede
la ciencia del bien y del mal, de ése sólo no comerás, pues el día que
comáis de él moriréis de muerte (Gn 2,16-17).
Satán provoca el pecado, la ruina del hombre
16. El hombre no cumplió el mandato sino que desobedeció a Dios. El
ángel lo sedujo, celoso y envidioso del hombre por los numerosos dones
con que Dios le había colmado. Y al persuadirle la desobediencia al
mandato divino, provocó su propia ruina al mismo tiempo que hacía al
hombre pecador. El ángel, convertido así en jefe y guía del pecado, fue
castigado por haber ofendido a Dios, y consiguió al mismo tiempo que el
hombre fuera expulsado del Jardín. Y porque con su intento se rebeló y
apostató de Dios, fue llamado en hebreo Satán, es decir, apóstata,
aunque también le dicen diablo. Dios maldijo además a la serpiente, que
había sido disfraz del diablo; maldición que alcanzó al animal msimo y
al ángel escondido en él, Satán. Y al hombre le expulsó de su presencia,
le transfirió y le hizo habitar entonces en el camino que conduce al
Jardín, ya que el Jardín no admite al pecador.
El drama de los hijos de Adán: Caín y Abel
17. Desterrados del Jardín, Adán y su mujer, Eva, padecieron muchas
miserias y vivieron en este mundo llenos de tristeza, fatigas y
lamentos. Porque el hombre trabajaba la tierra bajo los rayos del sol, y
la tierra producía espinas y abrojos, castigo del pecado. Entonces se
cumplió el dicho de la Escritura: Adán se unió a su mujer; ella
concibió, dio a luz a Caín y, después, dio a luz a Abel. Mas el ángel
rebelde, el mismo que impulsó al hombre a la desobediencia, que le había
hecho pecador y causado su destierro del Jardín, no contento con el
primero, obró un nuevo daño, esta vez sobre los dos hermanos; porque
llenando a Caín de su propio espíritu le hizo fraticida. Así murió Abel,
asesinado por su hermano, como un signo del futuro, cuando algunos
serían perseguidos, atormentados y muertos, y serían los injustos
quienes matarían y perseguirían a los justos. Por esto Dios montó en
cólera y maldijo a Caín y desde entonces todos los descendientes en la
línea de su sucesión fueron semejantes a su progenitor. Dios, después,
hizo que Adán tuviese otro hijo en sustitución del asesinado Abel.
Los Gigantes. La dilatación de la maldad y la disminución de la justicia
18. La maldad, extendiéndose continuamente, alanzó e inundó la raza
humana; sólo un poco de semilla de justicia quedaba en ella. Porque,
además, sobre la tierra tenían lugar uniones ilegítimas: los ángeles
fornicaron con las hijas de los hombres, quienes dieron a luz unos hijos
que por su enorme estatura fueron llamados gigantes. Los ángeles,
entonces, dieron a sus esposas como regalo malignas enseñanzas. Les
enseñaron la manera de obtener extractos de flores y plantas, tintes y
pinturas, joyas y cosméticos, los celos y los amores apasionados, la
seducción y la coquetería, los sortilegios de la magia, toda clase de
adivinación e idolatría odiados por Dios. Y una vez desencadenadas tales
cosas, el mal se expandió hasta desbordar, y la justicia disminuyó hasta
casi desaparecer.
El diluvio como juicio de Dios
19. Finalmente, cuando vino sobre el mundo el justo juicio de Dios con
el diluvio en la décima generación, contando desde el primer hombre,
únicamente Noé fue encontrado justo y, gracias a su propia justicia, fue
salvado con su mujer, sus tres hijos y sus mujeres, encerrados en el
arca con los animales que Dios había ordenado a Noé introducir en el
arca. Cuando la destrucción se cernía sobre toda la tierra, sobre
hombres y seres vivientes, se salvaron solamente los que estaban en el
arca. Los tres hijos de Noé eran Sem, Cam y jafet, y su estirpe volvió a
multiplicarse de nuevo. Éstos son el origen de todos los nacidos después
del diluvio.
Las bendiciones y las maldiciones en la familia de Noé
20. De entre los hijos de Noé, uno cayó en maldición, mientras que los
dos restantes recibieron la bendición pos sus obras. Pues el más joven
de entre ellos, llamado Cam, por haberse reído de su padre y haber sido
condenado por pecado de impiedad a causa de ultraje e ignomia para con
su padre, atrájose una maldición que le trasmitió a toda su
descendencia. Resultó por ello que toda la raza que le siguió fue
maldita y en este pecado creció y se multiplicó. En cambio Sem y Jafet,
sus hermanos, por razón de su piedad con el padre, obtuvieron una bedición. He aquí los términos de la maldición lanzada por Noé sobre
Cam: Maldito sea el joven Cam. Sea el siervo de su hermanos (Gn 9,25).
Cuando alcanzó la edad adulta, tuvo sobre la tierra un posteridad
numerosa como una floresta, desarrolándose por catorce generaciones de
descendientes, hasta que, tras haber sido condenada, fue sesgada por
Dios. De hecho los cananeos, los jeteos, los fereceos, los jeveos, los
amorreos, los jebuseos, los guergeseos, los sodomitas, los árabes, los
habitantes de Fenicia, todos los egipcios y los libios descienden de Cam
y cayeron bajo la maldición, la cual se extendió apliamente sobre los
impíos.
El triunfo de las bendiciones
21. Igual que la maldición siguió su camino, la bedición continuó en la
posteridad del que había sido bendecido, cada uno según su orden. En
primer lugar fue bendecido Sem con estas palabras: Bendito el Señor Dios
de Sem. Sea Cam su siervo (Gn 9,26). De esta bendición resultó que Dios,
Señor del universo, llegó a ser para Sem objeto privilegiado de su
piedad; la bendición se desarrolló hasta alcanzar a Abrahán, que, en la
posteridad de Sem, llega a la décima generación según el orden
genealógico descendente. Y es ésta la razón por la que el Padre, Dios
del universo, se complace en ser llamado Dios de Abrahán, Dios de Isaac
y Dios de Jacob (Ex 3,6; Mt 22,32; Mc 12,26; Lc 20,37), porque la
bendición de Sem llegó hasta Abrahán.
La bendición de Jafet fue formulada del siguiente modo: Que Dios dilate
a Jafet y habite en la casa de Sem, y Cam sea su siervo (Gn 9,27). Esta
bendición floreció al final de este período, cuando el Señor se
manifestó a las naciones por su llamamiento -pues Dios dilató su
llamamiento hasta ellas- y a toda la tierra alcanzó su pregón y sus
palabras han llegado hasta los límites del orbe (Sal 18,5). Dilatar
significa, pues, el llamamiento de entre las naciones, a saber, la
Iglesia. Y habitar en la casa de Sem indica la herencia de los
patriarcas, por haber recibido en Jesucristo el derecho de
primogenitura. De este modo, según el orden de la bendición, cada uno
recibió por medio de la descendencia el fruto de la bendición.
La Alianza universal
22. Después del diluvio, Dios estableció un pacto de alianza con el
mundo entero, en particular con todos los animales y con los hombres, en
virtud del cual no destruiría jamás con un diluvio lo que reflorece
sobre la tierra, y le dio una señal: Cuando el cielo se cubra de nubes,
aparecerá en las nubes un arco, y yo me recordaré de la alianza y no
volveré a destruir con el agua todo lo que rebulle sobre la tierra (Gn
9,14-15). Y cambió de alimento a los hombres, dándoles orden de comer
carne, pues a partir de la primera creatura, Adán, hasta el diluvio, los
hombres se alimentaban de solos granos y frutos de árboles; pero el
alimento de la carne no les estaba permitido. Y como los tres hijos de
Noé eran el principio de la raza de los hombres, Dios los bendijo para
que se multiplicaran y creciesen, diciendo: Creced y multiplicaos,
llenad la tierra y dominadla. Os temerán y respetarán todos los animales
y todas las aves del cielo. Os servirán de alimento, lo mismo que los
vegetales. Pero no comáis carne con sangre, que es su vida, porque yo
pediré cuentas de vuestra sangre a cualquier animal y al hombre. Si uno
derrama la sangre de un hombre, otro derramará la suya, porque Dios hizo
al hombre a su imagen (Gn 9,1-6). Y la imagen de Dios es el Hijo, a cuya
imagen ha sido hecho el hombre. He aquí por qué, en los últimos
tiempos, se ha manifestado, para dar a entender que la imagen era
semejante a Sí. Depués de esta alianza el género humano se multiplicó y
se propagó a partir de la posteridad de los tres hijos de Noé. Y había,
entonces, un solo labio en la tierra, es decir, una sola lengua.
La torre de Babel
23. Levantadas las tiendas, partieron de Oriente y en su peregrinación
llegaron hasta la extensa llanura de Senaar, donde decidieron edificar
una torre. Buscaban con ella llegar hasta el cielo, pretendiendo,
asimismo, dejar su obra como memorial para las futuras generaciones.
Construyeron el edificio con ladrillos cocidos y betún; crecía su
audacia y temeridad y, gracias a su unión en el mismo objetivo y al uso
de una sola lengua, lo que intentaban se realizaba. Pero para que no
fuese adelante su obra, Dios dividió sus lenguas con el fin de que no se
entendiesen entre ellos. De esta forma se dispersaron y ocuparon la
tierra en distintos grupos según sus lenguas. De aquí las diferencias
entre los pueblos y la diversidad de lenguas. De hecho tres razas
humanas se adueñaron de la tierra. Una de ellas estaba bajo la pesadilla
de la maldición, en cambio las dos restantes eran bendecidas. La
bendición descendió primero sobre Sem, cuyos descendientes habitaron en
Oriente y ocuparon el país de los caldeos.
La alianza con Abrahán
24. Posteriormente, en la décima generación después del diluvio,
se encuentra Abrahán que busca al Dios que le corresponde y que le
pertenece por la bendición de su antepasado [Sem]. Cuando, siguiendo el
ardiente deseo de su corazón, peregrinaba por el mundo preguntándose
dónde estaba Dios y comenzó a flaquear y estaba a punto de desistir en
la búsqueda, Dios tuvo piedad de aquel que, solo, le buscaba en
silencio. Y se manifestó a Abrahán, dándose a conocer por medio del
Verbo como por un rayo de sol; le habló desde el cielo y le dijo: Sal de
tu tierra, de tu pueblo y de la casa de tu padre; emigra al país que te
indicaré y fija allí tu morada (Gn 12,1). Él se fio de la voz celeste y,
a pesar de tener setenta años y una mujer anciana, con ella abandonó la
Mesopotamia y se llevó consigo a Lot, hijo de su hermano difunto. Cuando
llegó a la tierra que hoy se denomina Judea, habitada entonces por
siete pueblos descendientes de Cam, Dios se le apareció en visión y le
dijo: A ti y a tu descendencia en futuras generaciones te daré esta
tierra como posesión perpetua (Gn 12,7; 13,15; 17,8; Hch 7,2-5). Y añade
que su descendencia andaría errante por un país extranjero en el que
sería maltratada, afligida y esclavizada a lo largo de 400 años; pero
aquélla, en la cuarta generación, volvería a la tierra prometida a
Abrahán, y Dios condenaría al pueblo que le había esclavizado a su
posteridad. Y para que Abrahán conociese la grandeza y esplendor de su
descendencia, Dios le hizo salir de noche y le dirigió estas palabras:
Mira a lo alto, al cielo, y, si puedes, cuenta las estrellas del cielo.
Así será tu descendencia (Gn 15,15). Y Dios viendo la fe y la firme
decisión de su espíritu, se lo testimonió diciendo en la Escritura por
medio del Espíritu Santo: Abrahán se fio de Dios y le fue reputado por
justicia (Gn 15,6). Era incircunciso cuando recibió este testimonio, y
para que la grandeza de su fe fuera reconocida con un signo, le dio la
circunsición como sello de la justicia de la fe de la incircuncisión (Rm
4,11). Después de esto, según la promesa de Dios, de la estéril Sara le
nació un hijo, Isaac, que circuncidó según el pacto que Dios había
estipulado con él. De Isaac nació Jacob. De esta manera la inicial
bendición de Sem llegó hasta Abrahán y de Abrahán pasó a Isaac y De
Isaac a Jacob, gracias a la asignación de la herencia hecha por el
Espíritu. Por esto a Dios se le denomina Dios de Abrahán, Dios de Isaac
y Dios de Jacob (Ex 3,6; Mt 22,32). Jacob, asu vez, engendró doce hijos,
de los cuales tomaron el nombre las doce tribus de Israel.
El misterio de la Pascua
25. Cuando el hambre afligió a toda la tierra, y solamente Egipto
contaba con géneros alimenticios, Jacob emigró con toda la familia a
aquel país. El número total de los emigrantes ascendía a 75 personas y
en 400 años llegaron a ser, según las predicciones, 660.000. Dado que
sufrieron muchas vejaciones y opresiones en una cruel esclavitud, y
gemían y se lamentaban ante Dios, el Dios de sus padres, Abrahán, Isaac
y Jacob, los sacó de Egipto valiéndose de Moisés y de Aarón, después de
haber castigado a los egipcios con 10 plagas, en la última de las cuales
mandó un ángel exterminador para matar a los primogénitos tanto de los
hombres como de los animales. Así salvó a los hijos de Israel,
prefigurando de un modo misterioso la pasión de Cristo en la inmolación
de un cordero inmaculado y en su sangre, derramada como garantía de
inmunidad, para rociar las casas de los Hebreos. Este misterio recibe el
nombre de «Pasión», manantial de liberación. Dividido el mar Rojo,
condujo -con toda clase de precauciones- a los hijos de Israel al
desierto, mientras que los egipcios, que se lanzaron en su persecución
por el mar, perecieron todos. Éste fue el juicio de Dios contra los que
injustamente habían oprimido a la estirpe de Abrahán.
El Decálogo entregado a Moisés
26. Moisés, en el desierto, recibió de Dios la ley: el Decálogo,
grabado en tablas de piedra por el dedo de Dios- el dedo de Dios es lo
que sale del Padre en el Espíritu Santo-, los preceptos y los derechos
que transmitió a los hijos de Israel para que los guardasen. Por orden
de Dios construyó el tabernáculo del testimonio, construcción visible en
la tierra de las realidades espirituales e invisibles del cielo, figura
de la Iglesia y representación profética de las realidades futuras. Allí
colocó los vasos, los altares y el arca en la que introdujo las Tablas.
Constituyó sacerdotes a Aarón y sus hijos, que descendían de Leví,
confiriendo el sacerdocio a toda esta estirpe para ejercer el ministerio
cultual en el templo de Dios. Y les dio la ley levítica que fija qué
cualidad y conducta debe adornar a los que permanentemente van a
dedicarse al servicio del culto en el templo de Dios.
La explotación de la Tierra Prometida y la peregrinación por el Desierto
27. Cuando estaban cerca de la Tierra Prometida por Dios a Abrahán y a
su posteridad, Moisés escogió a un hombre de cada tribu y les envió a
explorar aquella tierra, las ciudades y sus habitantes. Entonces fue
cuando Dios le reveló el único Nombre capaz de salvar a los que en Él
creyeran. Moisés cambió el nombre a Oseas, hijo de Navé, uno de los
exploradores, y le puso por nombre Jesús. Y Moisés les envió junto con
el Poder de aquel Nombre, persuadido de que los acogería incólumes a su
vuelta, por haber sido conducidos por aquel Nombre. Lo que, en efecto,
ocurrió. Concluida su misión de espionaje y de exploración, regresaron
trayendo un racimo de uvas; pero alguno de los doce exploradores
atemorizó y alarmó al pueblo al relatar que las ciudades eran inmensas y
fortificadas y que los hombres, hijos de los Titanes, tenían una
estatura gigantesca y estaban capacitados para defender su tierra. Al
recibir tales noticias, el pueblo lloró, resquebrajándosele la fe en
aquel Dios que le fortalecía y le sometía todo el mundo. Murmuraron del
país, como si no fuese bueno y como si por un país de tal naturaleza no
merecía la pena correr riesgo alguno. Pero dos de entre los doce, Jesús,
hijo de Navé, y Caleb, hijo de Jefoné, se rasgaron las vestiduras por el
mal cometido y suplicaron al pueblo que no se abatiese y desanimase
porque Dios le había puesto todo en sus manos y el país era excelente.
Mas, como el pueblo no se convencía y persistía en la incredulidad, Dios
desvió y cambió su itinerario para que se dispersara y le afligió en el
desierto. Y contando un año por cada día de los empleados por el viaje
de ida y vuelta por los que habían ido a explorar e inspeccionar el
país, es decir, 40 días, Dios los tuvo cuarenta años en el desierto.
Ningún adulto y en pleno uso de razón fue juzgado digno de entrar en el
país por motivo de la incredulidad, excepto Jesús, hijo de Navé, y Caleb, hijo de
Jefoné, que habían hablado bien de la herencia prometida,
y los niños incapaces de distinguir la derecha de la izquierda. Poco a
poco, el pueblo incrédulo llegó al final y, paulatinamente, pereció en
el desierto, justamente castigado por su incredulidad. Los niños
crecidos en estos 40 años cubrieron los lugares que habían dejado vacíos
los muertos.
El Deuteronomio
28. Transcurridos los 40 años, el pueblo llegó a las cercanías del
Jordán y, reagrupándose, se alineó para la batalla frente a Jericó.
Aquí, ante el pueblo reunido, Moisés evocó la historia pasada recordando
las grandes hazañas de Dios hasta el presente, preparando y disponiendo
a aquellos que habían crecido en el desierto a temer a Dios y a observar
los mandamientos. Impuso a éstos una nueva legislación, añadiéndola a la
que había establecido anteriormente. Este nuevo cuerpo legislativo lo
llamó Deuteronomio, es decir Ley segunda, en el que están escritas
muchas profecías referentes a Nuestro Señor Jesucristo, al pueblo, a la
vocación de los gentiles y al Reino.
La distribución de la Tierra
29. Cuando Moisés estaba a punto de acabar sus días, Dios le dijo: Sube
al monte y muere en él, porque no serás tú quien entre con mi pueblo en
la Tierra Prometida. Según la palabra del Señor, murió Moisés y le
sucedió Jesús, hijo de Navé. Atravesó éste el Jordán, condujo al pueblo
a la Tierra Prometida y, vencidos y aniquilados los siete pueblos que la
habitaban, la distribuyó entre el pueblo. Allá se encuentra Jerusalén,
donde reinaron David y su hijo Salomón, quien construyó el templo en el
nombre de Dios a imagen del tabernáculo hecho por Moisés como tipo de
las realidades celestes y espirituales.
El envío de profetas
30. Allá a Jerusalén fueron enviados por Dios, por medio del Espíritu
Santo, los profetas que aconsejaban al pueblo y lo convertían al Dios
Omnipotente de sus padres; como heraldos de la revelación de Nuestro
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, anunciaban que de la estirpe de David
había de florecer Su cuerpo, para que fuese, según la carne, hijo de
David -que era hijo de Abrahán- en virtud de una larga cadena de
generaciones y, según el Espíritu, Hijo de Dios, preexistente con el
Padre, engendrado antes de la fundación del mundo, y aparecido, como
hombre, al mundo entero en los últimos tiempos; Él es el Verbo de Dios
que recapitula en sí todas las cosas, las del cielo y las de la tierra (Ef 1,10).
La desobediencia y la Encarnación
31. Unió, pues, al hombre con Dios y obró la comunión entre Dios y el
hombre, porque no habríamos podido en absoluto obtener participación
alguna en la incorruptibilidad si no hubiera venido [el Verbo] a habitar
entre nosotros. Pues si la incorruptibilidad hubiera permanecido
invisible y oculta, no nos hubiera sido de ninguna utilidad. Hízose,
pues, visible a fin de que íntegramente [es decir, en cuerpo y alma]
recibiésemos una participación de esta incorruptibilidad. Y porque,
envueltos todos en la creación originaria de Adán, hemos sido vinculados
a la muerte, por causa de su desobediencia, era conveniente y justo que,
por obra de la obediencia de quien se hizo hombre por nosotros, fueran
rotas las [cadenas] de la muerte. Y porque la muerte reinaba sobre la
carne, era preciso que fuera abolida por medio de la carne, y que el
hombre fuera liberado de su opresión. El Verbo se hizo carne (Jn 1,14)
para destruir por medio de la carne el pecado que por obra de la carne
había adquirido el poder, el derecho de propiedad y dominio; y para que
no existiese más entre nosotros. Por esta razón Nuestro Señor tomó una
corporeidad idéntica a la de la primera creatura para luchar en favor
de los primogénitos y vencer en Adán a quien en Adán nos había herido.
Adán y Cristo
32. Ahora bien ¿de dónde proviene la esencia de la primera creatura? De
la voluntad y de la Sabiduría de Dios y de la tierra virgen. Porque Dios
aún no había enviado lluvia a la tierra -dice la Escritura- antes de que
el hombre fuese plasmado y antes de que el hombre estuviese allí para
cultivar la tierra (Gn 2,5). De esta tierra, pues, todavía virgen, Dios
tomó barro y plasmó al hombre, principio del género humano. Para dar,
pues, cumplimiento a aqueste hombre, asumió el Señor la misma
disposición suya de corporeidad, que nació de una Virgen por la Voluntad
y por la Sabiduría de Dios, para manifestar también él la identidad de
su corporeidad con la de Adán, y para que se cumpliese lo que en el
principio se había escrito: el hombre a imagen y semejanza de Dios.
Eva y María
33. Y así como por obra de una virgen desobediente fue el hombre herido
y -precipitado- murió, así también, reanimado el hombre por obra de una
Virgen, que obedeció a la Palabra de Dios, recibió él en el hombre
nuevamente reavivado, por medio de la vida, la vida. Pues el Señor vino
a buscar la oveja perdida, es decir, el hombre que se había perdido. De
donde no se hizo el Señor otra carne, sino de aquella misma que traía
origen de Adán y de ella conservó la semejanza. Porque era conveniente y
justo que Adán fuese recapitulado en Cristo, a fin de que fuera abismado
y sumergido lo que es mortal en la inmortalidad. Y que Eva fuese
recapitulada en María, a fin de que una Virgen, venida a ser abogada de
una virgen [Eva], deshiciera y destruyera la desobediencia virginal
mediante la virginal obediencia. El pecado cometido a causa del árbol
fue anulado por la obediencia cumplida en el árbol, obediencia a Dios
por la cual el Hijo del hombre fue elevado en el árbol, aboliendo la
ciencia del mal y aportando y regalando la ciencia del bien. El mal es
desobedecer a Dios; el bien, en cambio, es obedecer.
La crucifixión
34. El Verbo, preanunciando por medio del profeta Isaías los
acontecimientos futuros -son profetas porque anuncian lo que va a
suceder-, se expresa así: Yo no me rebelo ni contradigo. He ofrecido mis
espaldas a los azotes y mis mejillas a las bofetadas; no hurtaré mi
rostro a la afrenta de los esputos (Is 50,5-6). Así pues, por la
obediencia a que se sometió hasta la muerte, pendiente del madero,
destruyó la desobediencia antigua cometida en el árbol. Y como el Verbo
mismo Omnipotente de Dios, en su condición invisible, está entre
nosotros extendido por todo este universo [visible] y abraza su largura
y su anchura y su altura y su hondura -pues por medio del Verbo de Dios
fueron dispuestas y gobernadas aquí todas las cosas-, la crucifixión
[visible] del Hijo de Dios tuvo también lugar en esas [dimensiones,
anticipadas invisiblemente] en la forma de cruz trazada [por Él] en el
universo. Al hacerse en efecto visible, debió de hacer manifiesta la
participación de este universo [sensible] en su crucifixión [invisible],
a fin de revelar, merced a su forma visible, su acción [misteriosa y
oculta] sobre lo visible, a saber, cómo es Él quien ilumina la altura
-es decir, lo celeste- y contiene la hondura -las regiones subterráneas-
y se extiende a lo largo desde el Oriente hasta el Ocaso y gobierna como
piloto la región Norte y la anchura del Mdiodía y convoca de todas
partes al conocimiento del Padre a los dispersos.
El cumplimiento de la promesa de Abrahán
35. Se realizó así la promesa hecha por Dios a Abrahán según la cual su
descendencia sería como las estrellas del cielo. Cristo cumplió la
promesa naciendo de la Virgen, de la estirpe de Abrahán, y convirtiendo
en luminarias del mundo a los creyentes en Él y justificando a los
gentiles con Abrahán por medio de la misma fe. Abrahán creyó al Señor y
le fue reputado por justicia (Gn 15,6). Del mismo modo también nosotros
somos justificados en virtud de la fe en Dios, porque el justo vivirá
por la fe. La promesa de Abrahán no fue hecha por el cumplimiento de la
ley sino por medio de la fe. De hecho Abrahán fue justificado por la fe:
la ley no fue establecida para el justo (1 Tm 1,9). De igual forma
también nosotros no somos justificados por la ley sino por la fe, que ha
recibido el testimonio de la ley y los profetas y que nos presenta el
Verbo de Dios.
Cristo, nacido de la Virgen de la descendencia de David
36. Y cumplió lo prometido a David, pues Dios habíasele comprometido a
suscitar del fruto de su seno un Rey eterno, cuyo reino no tendría
ocaso. Este Rey es el Cristo, Hijo de Dios hecho hijo del hombre, es
decir, nacido, como fruto, de la Virgen descendiente de David; y si la
promesa fue del fruto de su seno -a saber un pimpollo de la concepción
característica de una mujer, y no del fruto del lomo ni del fruto de los
riñones, lo que es característico del varón,- era para anunciar lo que
de singular y propio había en la producción de este fruto de un seno
virginal procedente de David, que reina en la casa de David, por los
siglos, y cuyo reino no conocerá el ocaso.
La Encarnación: destrucción de la muerte y don de la vida
37. En tales condiciones, pues, realizaba magníficamente nuestra
salvación, mantenía las promesas hechas a los patriarcas y abolía la
antigua desobediencia. El Hijo de Dios se hace hijo de David e hijo de
Abrahán. Para cumplir las promesas y recapitularlas en Sí mismo con el
fin de restituirnos las vida, el Verbo de Dios se hizo carne por el
ministerio de la Virgen, a fin de desatar la muerte y vivificar al
hombre, porque nosotros estábamos encadenados por el pecado, y
destinados a nacer a través del régimen del pecado y a caer bajo el
imperio de la muerte.
Nacimiento, muerte y resurrección de Cristo
38. Dios Padre, por su inmensa misericordia, envió a su Verbo creador,
el cual, venido para salvarnos, estuvo en los mismos lugares, en la
misma situación y en los ambientes donde nosotros hemos perdido la vida.
Y rompió las cadenas que nos tenían prisioneros. Apareció su luz e hizo
desaparecer las tinieblas de la prisión y santificó nuestro nacimiento y
abolió la muerte, desligando aquellos mismos lazos en que nos habían
encadenado. Manifestó la resurrección, haciéndose él en persona
primogénito de los muertos; levantó en su persona al hombre caído por
tierra, al ser elevado a él a las alturas del cielo hasta la diestra de
la gloria del Padre, como había Dios prometido por medio del profeta al
decir: Levantaré la tienda de David, caída en la tierra (Am 9,11), es
decir, el cuerpo que proviene de David. Nuestro Señor Jesucristo cumplió
realmente esto actuando gloriosamente nuestra salvación, a fin de
resucitarnos de veras y presentarnos libres al Padre. Y, si alguien no
acepta su nacimiento de una virgen, ¿cómo va a admitir su resurrección
de entre los muertos? Porque nada tiene de milagroso, extraño e
inesperado, que resucite de entre los muertos el que no nació; ni
siquiera podemos hablar de resurrección para el que vino a la existencia
sin nacimiento; el innascible, en efecto, es también el inmortal, y
quien no se ha sometido al nacimiento, tampoco será sujeto a la muerte.
Pues quien no tomó principio del hombre, ¿cómo va a poder recibir su
fin?
Cristo primogénito de toda la cración
39. Si, pues, no nació, tampoco murió. Y, si no murió, tampoco resucitó
de entre los muertos. Y, si no resucitó de entre los muertos, no es el
vencedor de la Muerte ni el destructor de su imperio. Y, si no quedó
vencida la Muerte, ¿cómo subiremos a la vida quienes, desde los orígnes
de aquí abajo, sucumbimos al imperio de la Muerte? Según eso los que
niegan al hombre la redención y no creen que Dios le resucitará de entre
los muertos, desprecian también la natividad de nuestro Señor, a que por
nosotros se sometió el Verbo de Dios al hacerse carne, a fin de mostrar
la resurrección de la carne y tener la primacía sobre todos en el cielo:
como primogénito de la mente del Padre, el Verbo perfecto dirige todas
las cosas en persona y legifera en la tierra; como primogénito de la
Virgen es justo, hombre santo, piadoso, bueno, agradable a Dios,
perfecto en todo, libra del infierno a los que los siguen; como
primogénito de los muertos es origen y señal de la vida de Dios.
La continua llamada del Vebo
40. Así pues el Verbo de Dios ostenta el primado sobre todas las cosas,
porque es verdadero hombre y admirable consejero y Dios fuerte (Is 9,6),
que llama de nuevo [con la resurrección] al hombre a la comunión con
Dios para que por medio de la comunión con Él participemos en la
incorruptibilidad. El que es anunciado por Moisés y por los profetas del
Dios altísimo y omnipotente, Padre del universo, origen de todo, que
conversó con Moisés, vino a Judea, engendrado por Dios por medio del
Espíritu Santo, y nacido de la Virgen María, que era de la estirpe de
David y de Abrahán, Jesús, el Ungido de Dios, el que se reveló a sí
mismo como el que había sido predicho por los profetas.
La Iglesia comunica el espíritu de salvación por medio del Bautismo
41. Juan el bautista, el precursor, cuando preparaba y disponía al
pueblo para recibir el Verbo de la vida, hizo saber que éste era el
Cristo sobre quien el Espíritu de Dios había descansado unido con su
carne. Los dicípulos y testigos de todas sus buenas obras, de su
enseñanza, de su pasión, de su muerte, de su resurrección, de la
ascensión al cielo después de la resurrección corporal, es decir
los apóstoles, con el poder del Espíritu Santo, enviados por Él por toda
la tierra, convocaron a los gentiles, enseñando a los hombres el camino
de la vida para apartarlos de los ídolos, de la fornicación y de la
avaricia, purificando sus almas y sus cuerpos con el bautismo de agua y
de Espíritu Santo, distribuyendo y suministrando a los creyentes este
Espíritu Santo que habían recibido del Señor. Así instituyeron y
fundaron esta iglesia. Con la fe, la caridad y la esperanza confirmaron
la llamada a los gentiles que, preanunciada por los los profetas, les
fue dirigida según la misericordia de Dios manifestada con su
ministerio, acogiéndoles en la promesa hecha a los patriarcas, es decir,
a a quellos que creyeron y amaron a Dios; y a los que viven en su
santidad, la justicia y la paciencia, el Dios de todos otorgará, por
medio de la resurrección de los muertos, la vida eterna; gracias a aquel
que murió y resucitó, Jesucristo, al cual confió la realeza sobre todos
los seres de la tierra, la autoridad sobre los vivos y los muertos, y el
juicio. Los apóstoles, con la palabra de verdad, exhortaron a los
gentiles a guardar su cuerpo sin mancilla en orden a la resurrección y
su alma al abrigo de la corrupción.
LA DEMOSTRACIÓN PROFÉTICA (cc. 42-85)
La obra del Espíritu en los fieles y en los profetas
42. En efecto, así deben comportarse los creyentes por el hecho de que
en ellos habita permanentemente el Espíritu Santo, donado por el Señor
en el bautismo y custodiado por aquel que lo recibe si es que vive en la
verad y en la santidad, en la justicia y en la paciencia. De hecho la
resurrección de los creyentes es también obra de este Espíritu cuando el
cuerpo acoge nuevamente al alma, y a una con ella resucita por la fuerza
del Espíritu Santo y es introducido en el reino de Dios. El fruto de la
bendición de Jafet es manifestado por la Iglesia en la llamada a los
gentiles que viven en continua obediencia para poder habitar en la casa
de Sem, según la promesa de Dios. Que estas cosas hubieran de ocurrir,
lo predijo el Espíritu Santo por medio de los profetas, a fin de que
cuantos sirven a Dios en la verdad tengan tengan fe firme sobre ellas.
En realidad, todos estos hechos imposibles a la naturaleza humana y,
por lo tanto, poco creíbles a los hombres, Dios, por medio de los
profetas, los predijo mucho tiempo antes -y se realizaron a su tiempo
como se había anunciado- para que, por el hecho de haber sido
profetizados, y aún mucho tiempo antes, conociésemos que era Dios el que
desde el principio nos había preanunciado nuestra salvación.
Identdad entre el Verbo y el Hijo de Dios, por medio del cual todo fue
hecho
43. A Dios se debe creer todo porque es veraz en todo. Y creer que un
hijo existía en Dios y que existía no sólo antes de su aparición en el
mundo sino también antes de que el mundo fuese creado. Y Moisés fue el
primero en profetizarlo cuando escribió en hebreo: BERESIT BARA ELOVIM
BASAN BENOWAM SAMENT'ARES. Y esto traducido [en armenio] significa: Un
Hijo en el principio estableció Dios, luego estableció el cielo y la
tierra. El profeta Jeremías lo testimonió cuando dice: Antes de la
estrella matutina te he engendrado y antes del sol [es] tu nombre, es
decir, antes de la creación del mundo y antes de las estrellas creadas
con el mundo. Dice todavía: Dichoso Aquel que existía antes de ser
hombre. Pues para Dios el Hijo fue el principio antes de la cración del
mundo, pero para nosotros no existe más que desde ahora, es decir, desde
cuando se ha manifestado. Antes, pues, no existía para nosotros porque
no lo conocíamos. Por esto su discípulo Juan explicándonos quien es el
Hijo de Dios que estaba junto al Padre antes de que el mundo fuese
formado y que por su mediación todo fue creado, dice: Al principio era
el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba al
principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él, no se
hizo nada de cuanto ha sido hecho (Jn 1,1-3). De esta forma demuestra
claramente que todas las cosas han sido creadas por medio de este Verbo,
el cual desde el principio estaba con el Padre, es decir, su Hijo.
El Hijo de Dios conversa con Abrahán
44. Dice también Moisés que el Hijo de Dios se acercó a Abrahán para
conversar con él: Y Dios se apareció junto al encinar de Mambré, al
mediodía... Y alzando la vista vio a tres hombres de pie frente a él, se
posternó en tierra diciendo: Si realmente he hallado gracia a tus
ojos... (Gn 18,1-3). Y a continuación lo que él dijo al Señor y el Señor
a él. Ahora bien, dos de los tres eran ángeles, pero el tercero era el
Hijo de Dios. Con él también habló Abrahán suplicándole por los
habitantes de Sodoma, para que no fuesen exterminados si al menos se
encontraban allí diez justos. Mientras discurrían así sobre esto, los
dos ángeles que bajaron a Sodoma fueron recibidos por Lot. A este
respecto dice la Escritura: El Señor hizo llover azufre y fuego
provenientes del Señor, desde lo alto del cielo, sobre Sodoma y Gomorra (Gn 19,24). Quiere decir que el Hijo, aquel mismo que conversaba con
Abrahán, siendo Señor, había recibido el poder de castigar a los
habitantes de Sodoma del Señor desde lo alto del cielo, del Padre, que
es Señor del Universo. Abrahán, pues, era profeta y vio cuánto había de
suceder en el futuro; a saber, cómo el Hijo de Dios, bajo humanas
formas, conversaría con los hombres, comería con ellos, y luego
ejercitaría el oficio de Juez, por el hecho de haber recibido del Padre,
Señor del Universo, la autoridad para castigar a los habitantes de
Sodoma.
Jacob contempla el Verbo
45. Y también Jacob cuando viajó a Mesopotamia, le vio en sueños de pie
en lo alto de la escalera, es decir, en el madero que estaba fijo de la
tierra al cielo. Pues por este madero los que creen en Él ascienden al
cielo, porque su pasión es nuestra ascensión. Todas las visiones de este
género significan al Hijo de Dios que conversa con los hombres y está en
medio de ellos. Ciertamente, no es el Padre del Universo, invisible al
mundo y creador de todo, quien dice: El cielo es mi trono, y la tierra
el estrado de mis pies; ¿qué casa vais a edificarme o qué lugar para mi
descanso? (Is 66,1-2; Hch 7,49), y, ¿quién sostiene la tierra en un puño
y el cielo en la palma de la mano? (Is 40,12); no era ciertamente Él el
que estaba de pie en un pequeño espacio y conversaba con Abrahán, sino
el Verbo de Dios que, siempre presente en medio del género humano, nos
daba a conocer anticipadamente lo que había de suceder e instruía a los
hombres sobre las cosas de Dios.
El Hijo de Dios conversa con Moisés
46. Fue Él quien en la zarza ardiente conversó con Moisés y dijo: He
visto los sufrimientos de mi pueblo en Egipto y he bajado para liberarlo
(Ex 3,7-8). Él subía y bajaba para liberar a los oprimidos arrancándonos
del poder de los Egipcios, es decir, de toda clase de idolatría e
impiedad; salvándonos del mar Rojo, es decir, liberándonos de las
turbulencias homicidas de los Gentiles y de las aguas amargas de sus
blasfemias. Estos acontecimientos eran continua repetición de lo que a
nosotros se refiere en el sentido que el Verbo de Dios mostraba entonces
anticipadamente en tipo las cosas futuras, mientras ahora nos arranca
de veras de la servidumbre cruel de los Gentiles. Y en el desierto hizo
brotar con abundancia un río de agua de una roca. Y la roca es Él. Y
produjo doce fuentes, esto es, la doctrina de los doce apóstoles. Y a
los recalcitrantes e incrédulos los hizo morir y desaparecer en el
desierto. Y a los que creían en Él, hechos niños por la malicia, los
introdujo en la herencia de los Padres que recibió y distribuyó no
Moisés sino Jesús; todavía más, nos ha liberado de Amaleq extendiendo
sus manos, y nos condujo e hizo subir al reino del Padre.
La Unción del Verbo
47. El Padre, pues, es Señor y el Hijo es Señor; es Dios el Padre y lo
es el Hijo, porque el que ha nacido de Dios es Dios. Así según la
esencia de su ser y de su poder, hay un solo Dios; pero, al mismo
tiempo, en la administración de la economía de nuestra redención, Dios
aparece como Padre y como Hijo. Y dado que el Padre del Universo es
invisible e inaccesible a los seres creados, es por medio del Hijo como
los destinados a acercarse a Dios deben conseguir el acceso al Padre.
David, clara y patentemente, se expresó de este modo a propósito del
Padre y del Hijo: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; tú has
amado la justicia y detestado la iniquidad, por eso Dios te ha ungido
con óleo de alegría más que a tus compañeros. Esto significa que el
Hijo, en cuanto Dios, recibe del Padre, es decir, de Dios, el trono de
un reino eterno y el óleo de la unción más que sus compañeros. El óleo
de la unción es esl Espíritu Santo con el que es ungido, y sus
compañeros son los profetas, los justos, los apóstoles y todos los que
participan del reino, es decir, sus discípulos.
El primado y realeza de Cristo, Sacerdote eterno
48. Y también dice David: Dice el Señor a mi Señor: siéntate a mi
derecha, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies. Desde
Sión extenderá el Señor un cetro de poder; ¡domina en medio de tus
enemigos! Contigo, al principio, en el día de tu poder, en el esplendor
de los santos, del seno, antes de la aurora, te he engendrado. El Señor
lo ha jurado y no se arrepentirá. Tú eres sacerdote eterno según el
orden de Melquisedec y el Señor está a tu derecha. En el día de su
cólera ha quebrantizado a reyes; juzgará a las naciones, llenará de
ruinas, quebrantará las cabezas de muchos sobre la tierra. En el camino
beberá del torrente, por eso levantará la cabeza (Sal 109,1-7). Mediante
estas palabras, anunció que vino primero a la existencia, domina sobre
los pueblos, juzga a los hombres y a los reyes, a los que aborrecen
ahora y persiguen su nombre, pues esos son su enmigos. Denominándole
sacerdote eterno de Dios declara la inmortalidad. Cuando dice: En el
camino beberá del torrente, por eso levantará la cabeza, se refería a la
exaltación gloriosa, después de su condición humana, de su humillación
y abyección.
El Hijo de Dios rey universal
49. El Profeta Isaías a su vez afirma: Así dice el Señor Dios al
Ungido, mi Señor, a quien yo he tomado de la diestra para que le
obedezcan las naciones (Is 45,1; Ps.-Bern. 12,11). En cuanto a la
afirmación de que el Hijo de Dios es llamado Ungido y rey de las
naciones, es decir, de todos los hombres, David repite que Él es y es
llamado Hijo de Dios y rey de todos con estas palabras: El Señor me ha
dicho: tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en
herencia las naciones; te daré en propiedad los confines de la tierra
(Sal 2,7-8). Estas palabras no fueron pronunciadas refiriéndose a David
porque no gobernó todas las naciones, ni toda la tierra, sino solamente
a los Judíos. Es, pues, evidente que la promesa hecha al Ungido de
reinar sobre toda la tierra se refiere al Hijo de Dios, al que el mismo
David reconoce como su Señor cuando escribe: Dice el Señor a mi Señor:
siéntate a mi derecha (Sal 109,1), como poco ha hemos referido. En
efecto, esto significa que el Padre conversa con el Hijo, como arriba
hemos demostrado a propósito de Isaías que decía: Así dice el Señor al
Ungido mi Señor: obedézcanle las naciones. Idéntica promesa aparece en
ambos profetas: Él será rey; consecuentemente las palabras de Dios se
refieren a una sola y a una misma persona, a saber, a Cristo, Hijo de
Dios. Desde el momento que David dice: El Señor me ha dicho, es preciso
afirmar que ni David ni otro profeta hablan por propia iniciativa, pues
no es un hombre quien profiere las profecías, sino el Espíritu de Dios,
el cual, tomando figura y una forma semejantes a las personas
interesadas, hablaba en los profetas y discurría ora en nombre de Cristo
ora en el del Padre.
Testimonio de los profetas sobre la preexistencia de Cristo
50. Oportunamente, pues, Cristo afirma por medio de David que el padre
le habla a él, y por medio de los profetas dice él mismo, a su propia
cuenta, las demás cosas, como, por ejemplo, entre otras en Isaías cuando
escribe: Y ahora así habla el Señor, el que me plasmó para servidor suyo
desde el seno materno para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se
le una. Yo seré glorificado a los ojos del Señor, y mi Dios será mi
fuerza... Él me ha dicho: Gran cosa será para ti ser llamado siervo mío,
para levantar y restablecer las tribus de Jacob y hacer volver a los
preservados de Israel; te he puesto como luz de las gentes para que mi
salvación alcance hasta los confines de la tierra (Is 49,5-6).
El Hijo siervo del Padre
51. Porque aquí, sobre todo, del coloquio del Padre con el Hijo y del
hecho que aún antes de su nacimiento el Padre se hizo visible a los
hombres, se deduce la preexistencia del Hijo de Dios; después, [también
se manifiesta] aún antes de nacer, el que había de ser hombre nacido de
hombres, el que Dios mismo había de plasmar del seno -es decir, que
había de nacer del Espíritu de Dios- el que es Señor de todos los
hombres y Salvador de los que creen en Él, de los judíos y de todos los
hombres. «Israel», de hecho, es el nombre del pueblo Judío en lengua
hebrea, nombre que le proviene del patriarca Jacob, que fue el primero
en ser llamado «Israel». Y denomina «Gentiles» a todos los hombres. El
Hijo de Dios se llama a Sí propio «siervo del Padre», a causa de su
obediencia al Padre, ya que todo hijo, aun entre los hombres, es siervo
de su padre.
La preexistencia a la luz de la Escritura
52. Que Cristo, Hijo de Dios, existente antes del mundo, estaba con el
Padre y junto al Padre y al mismo tiempo cercano a los hombres y en
íntima unión con ellos, rey del Universo, porque el Padre le ha sometido
todas las cosas, y Salvador de aquellos que creen en Él, tal es el
mensaje de semejantes textos de la escritura. Porque no es nuestra
intención ni está, por otra parte, dentro de nuestras posiblidades hacer
unas concordancias de todos los textos bíblicos, pero con la ayuda de
los pasos ya citados podrás comprender también los otros que hablan de
la misma manera, mas los interpretarás a condición de que creas en
Cristo y le pidas a Dios sabiduría e inteligencia para comprender cuanto
fue dicho por los profetas.
El signo profético que anuncia al Mesías-Cristo y Jesús-Salvador
53. Que este Cristo, que estaba junto al Padre, por ser el Verbo del
Padre, haya debido encarnarse, hacerse hombre, someterse a la generación
y al nacimiento de una Virgen y vivir entre los hombres, operando
asimismo el Padre del Universo su encarnación, es lo que expresa Isaías:
Pues el Señor mismo va a daros una señal; he aquí que una virgen
concebirá y dará a luz a un hijo que llamaréis Emmanuel; comerá
mantequilla y miel y antes de conocer o distinguir el mal, escoge el
bien, porque antes que este niño conozca el bien o el mal, rechazará el
mal para escoger el bien (Is 7,14-16). Indicó que nacería de una Virgen.
Significó que sería verdadero hombre por el hecho de comer y por
llamarle «el infante», y hasta por imponerle su nombre. Ya que éste es
un extravío aún del que ha nacido. En hebreo tiene un doble nombre:
Mesías-Cristo y Jesús-Salvador. Estos dos nombres indican las obras que
había de realizar. En efecto, ha recibido el nombre de Cristo, porque el
Padre por su medio y teniendo en cuenta su venida como hombre ha ungido
y dispuesto todas las cosas, porque fue ungido por el Espíritu de Dios
su Padre, como afirma refiriéndose a Sí mismo en Isaías: El Espíritu del
Señor está sobre mí, por cuenta que me ha ungido para llevar la buena
noticia a los pobres (Is 61,1). Y el nombre de «Salvador» porque es
causa de salvación para todos los que, desde entonces, fueron liberados
por Él de toda enfermedad y de la muerte; para los que
habían de creer en él después de ellos es también dador de salvación
eterna.
Emmanuel: Dios-con-nosotros
54. He aquí el por qué es llamado «Salvador». «Emmanuel» se traduce por
«Dios-con-nosotros», o como expresión de buen deseo formulada por el
profeta «Dios esté con nosotros». De este modo Él es la interpretación y
la revelación de la «buena nueva». Por eso dice: He aquí que una Virgen
concebirá y dará a Luz a un hijo (Is 7,14). Y éste, que es Dios, tiene
el destino de estar con nosotros. Y al mismo tiempo, maravillado por tal
acontecimiento, anuncia lo que ha de suceder, es decir, que «Dios estará
con nosotros». Y también, en torno a su nacimiento, el mismo profeta
dice en otra parte: Antes de que engendre la que está en dolores y
antes de que lleguen los dolores de parto, dio a luz un niño (Is 66,7).
Así dio a conocer lo inesperado e inopinado de su nacimiento de la
Virgen. El mismo profeta dijo aún: Un hijo nos ha nacido y un niño nos
han dado, y recibió por nombre Admirable Consejero, Dios fuerte (Is
9,6).
Admirable Consejero
55. Le llama «Admirable Consejero» sea del Padre sea nuestro. Del
Padre, lo indica el hecho de que el Padre hizo con él todas las cosas,
según se dice en el primer libro de Moisés, titulado «Génesis»: Y dijo
Dios: hagamos al hombre a imagen nuestra y a semejanza (Gn 1,26). Aquí
visiblemente habla el Padre al Hijo, como a Admirable Consejero del
Padre... . Él es también consejero nuestro; habla y no obliga, como
Dios, aunque sea igualmente como el Padre «Dios fuerte». Nos aconseja
renunciar a la ignorancia y recibir la gnosis, apartarnos del error para
encaminar hacia la verdad, rechazar la corrupción para poseer la
incorruptibilidad.
La paz y su dominio no tendrán límites
56. E Isaías dice de nuevo: Querrán haber sido consumidos por el fuego,
porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; en cuyos hombros
estuvo el poder y es llamado con el nombre del Angel del gran consejo. Y
traerá la paz entre los príncipes y aun paz y salvación para Él. Grande
es su dominio y la paz no tendrá límites sobre el trono de David y su
reino, para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho,
desde ahora y por siempre (Is 9,5-7 (LXX)). En estos términos es
anunciado el nacimiento del Hijo de Dios y la eternidad de su reino.
Pero las palabras, querrán haber sido consumidos por el fuego (Is 9,5
(LXX)),están dichas dirigiéndose a quienes no creen en el Emmanuel e
hicieron contra Él todo lo que hicieron. Pues dirán en el día del
juicio: «¡Ojalá hubiésemos sido abrasados antes del nacimiento del Hijo
de Dios que no haber creído en Él luego que nació!». Porque aquellos que
han muerto antes de la manifestación de Cristo tienen esperanza de
obtener la salvación en el Juicio del Resucitado. A esta categoría
pertenecen los que temieron a Dios y han muerto en la justicia y han
poseído el Espíritu de Dios, como los patriarcas, los profetas y los
justos. Mas para aquellos que después de la manifestación de Cristo no
han creído en Él será inexorable la vindicación en el juicio. En cuanto
a aquello, En cuyos hombros estuvo el poder (Is 9,6), se designa
alegóricamente la cruz, en la que tenía clavados los brazos; porque la
cruz que era y es oprobio para Él -y para nosotros, a causa de Él- esa
misma cruz es, dice, su poder, a saber, el signo de su realeza. Lo llama
Angel del gran consejo de aquel Padre que Él nos ha revelado.
El esperado de las naciones
57. Por todo lo que fue dicho y expuesto con la ayuda de los profetas
está claro que el Hijo de Dios debía nacer, de qué manera había de nacer
y que se daría a conocer como Cristo. Incluso fue predicho en qué país y
entre qué hombres debía nacer y darse a conocer. Así lo dio a entender
Moisés en el Génesis: No le faltará un príncipe a Judá, ni un jefe de su
estirpe, hasta que venga aquel a quien le está reservado; y El será el
esperado de las gentes; lavará en el vino su vestimenta y en la sangre
de la uva su manto (Gn 49,10-11). Pero Judá, hijo de Jacob, es el
antepasado de los Judíos, de quien éstos han tomado su nombres. Hasta
la venida de Cristo no les faltó ni príncipe, ni jefe. Pero después de
su venida, le fueron quitadas las flechas de la aljaba, el país de los
Judíos fue sometido por los Romanos y no volvió a tener un príncipe o un
rey propio. Ya que había venido aquel a quien esta reservado el reino
del cielo; aquel que lavó su vestimenta en el vino y con sangre de la
uva su manto. Su vestimenta igual que el manto, son quienes creen en
Él, a los cuales también Él purificó, con su sangre; y su sangre dícese
sangre de la uva, porque así como no es producto del hombre la sangre
de la uva, sino de Dios que hace que se alegren aquellos que la beben,
de igual forma su cuerpo y su sangre no son obra del hombre sino de
Dios. El Señor mismo dio el signo de la Virgen, es decir, el Emmanuel,
nacido de la Virgen y alegra los ánimos de aquellos que lo beben, es
decir, de aquellos que reciben su Espíritu, alegría eterna. Por eso es
también el esperado de las gentes, para aquellos que esperan en Él.
También nosotros esperamos de Él la restauración del reino.
La estrella de Jacob
58. Y Moisés cuando escribe de nuevo: Se levantará una estrella de
Jacob y un jefe surgirá de Israel (Nm 24,17), anuncia explícitamente que
la economía de su encarnación se realizará entre los hebreos y que Aquel
que descendiendo del cielo nacerá de Jacob y de la estirpe judía se ha
sometido a esta economía.Porque una estrella apareció en el cielo y si
se llama jefe a un rey es porque éste es el rey de todos los salvados.
Por otra parte esta estrella apareció, cuando su nacimiento, a los
Magos, que habitan en Oriente y por su medio tuvieron conocimiento del
nacimiento de Cristo. Guiados por la estrella vinieron a Judea, hasta
que la estrella llegó a Belén, donde había nacido Cristo, y entrada en
la casa donde estaba acostado el niño envuelto en pañales, se detuvo
encima de su cabeza, indicándoles a los Magos al Hijo de Dios, Cristo.
El vástago de Jesé
59. Y el mismo Isaías dice aún más: Saldrá un vástago del tronco de
Jesé y de su raíz brotará una flor. Sobre Él se posará el Espíritu de
Dios, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de
fortaleza, espíritu de conocimiento y de piedad. Lo llenará el espíritu
de temor de Dios. No juzgará por sola opinión ni acusará por solos
rumores, sino que juzgará la causa del humilde y tendrá piedad de los
humildes de la tierra. Castigará a la tierra con la palabra de su boca,
ejecutará al impío con el soplo de sus labios. La justicia será cinturón
de sus lomos, y la lealtad cinturón de sus flancos. Pacerá el lobo con
el cordero, el leopardo con el cabrito, el novillo y el león pacerán
juntos... El niño meterá la mano en la boca del áspid y en el escondrijo
de los viboreznos y no le harán daño. En aquel día sucederá...; la raíz
de Jesé es aquel que se yergue para ejercer el poder sobre las naciones,
y éstas a Él le buscarán; y su resurrecciónserá gloriosa (Is
11,1-10).Con estas palabras quiere decir que nacerá de aquella que
desciende de David y de Abrahán. Efectivamente, Jesé descendía de
Abrahán y era padre de David. De este modo la Virgen, que concibió a
Cristo, era el vástago. Por esto Moisés hacía sus prodigios ante el
Faraón, sirviéndose de un bastón. Entre los hombres el bastón es signo
de poder. Llama flor a su cuerpo, que floreció bajo la acción del
Espíritu, como antes hemos indicado.
Justo juez
60. En cuanto a: No juzgará por sola opinión,ni acusará por solos
rumores, sino que juzgará la causa del humilde y tendrá piedad del
humilde de la tierra (Is 11,3-4), da a entender con mayor firmeza su
divinidad. Pues juzgar imparcialmente y sin acepción de personas, sin
honrar al ilustre y otorgando al pobre lo que merece en equidad e
igualdad es conforme a la suprema y celeste justicia de Dios. Dios, en
efecto, no se deja influir por nadie, y sólo compadece al justo. Y el
hacer misericordia es propio y peculiar de aquel Dios que puede asimismo
salvar en virtud de su misericordia. Y herirá la tierra con una palabra
y destruirá al impío con la sola palabra (Is 11,4) es propio de Dios que
hace todas las cosas con su Verbo. Cuando dice: La justicia será el
cinturón de sus lomos y la verdad cinturón de sus flancos (Is 11,5),
anuncia su forma externa humana y su verdadera y suprema justicia.
La concordancia y la paz universal
61. En cuanto al entendimiento, la concordia y la paz entre los
animales de especies diferentes y que por naturaleza son contrarios y
hostiles unos a otros, enseñan los Presbíteros que así será en verdad a
la venida de Cristo, al tiempo en que debe personalmente reinar sobre
todas las cosas. Pues ya [aquí] en símbolo da a conocer que los hombres
de razas diferentes, pero de costumbres semejantes, se juntarán en la
concordia y la paz, gracias al nombre de Cristo; porque los justos
[unidos] a la vez, que han sido parangonados a los novillos y a los
corderos y a los cabritos y a los niños tiernos, no recibirán daño por
parte de ninguno de cuantos, en época anterior, se habían convertido
-hombres y mujeres- a causa de su codicia, por forma y costumbres, en
bestias feroces, hasta el punto que algunos de ellos se asemejaban a
lobos o a leones, y despojaban los bienes de los más débiles y hacían
guerra a sus semejantes; y las mujeres eran como leopardos y víboras,
cuando recurriendo a venenos mortales llegaban a dar muerte a los
propios amantes, o arrastrados por su pasión... Reunidos en un solo
nombre, lograrán tener costumbres de justos, por la gracia de Dios,
cambiando su naturaleza salvaje y feroz. Esto es lo que ha ocurrido ya,
pues los que antes eran crudelísimos hasta no retroceder ante ningún
acto impío, una vez instruidos sobre Cristo y creído en Él, han dado fe
todo a una y han cambiado hasta no retroceder ante ningún exceso de
justicia. Tanta es la mudanza que la fe en Cristo, Hijo de Dios, opera
entre cuantos en Él creen. Y si dice: Se levantó para enseñorear sobre
los gentiles (Is 11,10), es porque, una vez muerto, resucitará y será
confesado y creído Hijo de Dios, rey. Por eso dice: Y su resurrección
será gloriosa (Is 11,10), esto es, magnificencia, porque en el momento
en que fue glorificado como Dios, es cuando resucitó.
La tienda de David y el cuerpo de Cristo
62. Por eso el profeta cuando dice: En aquel día levantaré la tienda de
David, caída en tierra (Am 9,11), afirma claramente que el cuerpo de
Cristo, nacido de David, como hemos dicho, después de la muerte es
resucitado de entre los muertos. Llama tienda a su cuerpo. Y, en efecto,
por estas palabras dijo también que Cristo -el cual según la carne
desciende de David- será Hijo de Dios y después de su muerte resucitará
y será hombre por el aspecto externo, pero Dios por el poder será juez
del universo y el único justo y Redentor. Todo ello se encuentra en la
Escritura.
Belén: patria de David
63. A su vez el profeta Miqueas indicó también el lugar del nacimiento
de Cristo, a saber en Belén de Judá. Se expresa así: Y tú, Belén de
Judá, no eres insignificante entre los jefes de Judá, pues de tí saldrá
un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Mi 5,1). Pero Belén es
también el pueblo de David, de suerte que Cristo es de la posteridad de
David, no sólo por la Virgen que le dio a luz, sino también por ser
nacido en Belén, patria de David.
Rey para siempre
64. A su vez dice David que Cristo nacerá de su posteridad: Por causa
de David, tu siervo, no apartes el rostro de tu Cristo. El Señor juró a
David la verdad y no la mentira: del fruto de tu seno pondré sobre tu
trono, si tus hijos guardan mi alianza y mis testimonios, objeto de mi
pacto con ellos, y el hijo de ellos será hasta la eternidad (Sal
131,10-12). Mas no hay ninguno, entre los hijos de David, que haya
reinado hasta la eternidad, ni su reino permaneció para siempre, pues ha
sido destruido; [indica] en efecto al rey que ha nacido de David, a
saber Cristo. Todos estos testimonios dan a entender clarísimamente,
sobre su descendiente según la carne, tanto el linaje como el lugar
donde iba a nacer. Los hombres no tienen por qué buscar el nacimiento
del Hijo de Dios entre los Gentiles o en cualquier otro lugar, sino en
Belén de Judá, entre la descendencia de Abrahán y David.
La entrada en Jerusalén
65. Cómo hizo su entrada en Jerusalén, la capital de Palestina, donde
estaba su residencia y el Templo de Dios, díjolo Isaías: Decid a la Hija
de Sión: he aquí viene a ti tu rey, dulce, sentado en un asno, sobre un
borrico, hijo de asna (Is 62,11). Entró en Jerusalén sentado sobre un
pollino de asna, y la muchedumbre alfombraba el camino con sus mantos
para que pasase por encima. Hija de Sión es el nombre dado a Jerusalén .
El anuncio de los profetas
66. Los profetas anunciaban entonces que el Hijo de Dios había de
nacer, cómo y dónde había de nacer y quién es Cristo, el único rey
eterno. Han predicho también, que una vez hecho hombre, había de curar a
los que curó, de resucitar a los muertos que ha resucitado, que había de
ser odiado, despreciado, torturado, matado y crucificado, tal como fue
odiado, despreciado y matado.
Los milagros de Jesús
67. Trataremos ahora de las curaciones. Dice Isaías: El soportó
nuestras dolencias y aguantó nuestros dolores (Is 53,4; Mt 8,17), es
decir, soportará y aguantará. A veces el Espíritu de Dios narra en los
profetas como pasados, acontecimientos que han de suceder en el futuro.
Esto acontece porque en Dios lo que es establecido, determinado y
destinado a existir ya es considerado como existente y el Espíritu se
expresa teniendo en cuenta el tiempo en que se realiza la profecía. En
estos términos recuerda los distintos modos de curaciones: En aquel día
oirán los sordos las palabras del libro; y en las tinieblas y oscuridad
verán los ojos de los ciegos (Is 29,18). Y todavía: Fortaleceos, manos
débiles, rodillas vacilantes y débiles; animaos, pusilánimes, tomad
fuerzas, no temáis; mirad, nuestro Dios hace justicia, vendrá a
salvarnos. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y oirán los oídos
de los sordos; entonces el cojo saltará como un ciervo y se soltará la
lengua del mudo (Is 35,3-6). Y acerca de la resurrección de los muertos
dice: Así resucitarán los muertos y se levantarán los que están en los
sepulcros (Is 26,19). Cuando esto se cumpla se creerá que es Hijo de
Dios.
La Pasión de Cristo
68. Isaías dice que había de ser despreciado, torturado y finalmente
matado: He aquí que mi Hijo comprenderá: será exaltado y glorificado
sobremanera. Como muchos se espantarán de ti, así sin gloria será tu
rostro a los ojos de los hombres; muchos pueblos se asombrarán y los
reyes cerrarán la boca porque contemplarán algo inenarrable y
comprenderán algo inaudito. Señor ¿quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién
se reveló el brazo del Señor? Lo hemos narrado ante Él, como a un niño,
como a una raíz en tierra árida; no tenía figura ni gloria. Lo hemos
visto sin aspecto y sin belleza. Su aspecto era despreciable, más
abatido que los demás hombres. Hombre de dolores acostumbrado a
sufrimientos; porque volvía su rostro hacia otra parte era despreciado y
tenido a menos. El cargó con nuestros pecados y sufre por amor a
nosotros; lo hemos creído víctima del dolor, de los golpes y torturas.
Fue traspasado por nuestros delitos, maltratado por nuestros pecados. El
castigo que nos da la paz cayó sobre él y sus cicatrices nos curaron (Is
52,13-53, 5). David anunció con estas palabras sus torturas: Yo fui
torturado (Sal 38,9). Sin embargo David nunca fue torturado sino Cristo
cuando ordenaron que fuese crucificado. Una vez más el Verbo dice en
Isaías: Ofrecí la espalda a los golpes y las mejillas a las bofetadas;
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos (Is 50,6). El profeta
Jeremías repite lo mismo en estos términos: Presentará la mejilla al que
lo hiere y será colmado de oprobios (Lm 3,30). Todo esto lo sufrió
Cristo.
La Pasión y su sentencia
69. Isaías continúa así: Merced a sus llagas hemos sido curados todos.
Errábamos como un rebaño, cada uno iba por su camino y el Señor lo
consignó por nuestros pecados (Is 53,5-6.7). Está claro que por voluntad
del Padre le han sucedido estas cosas en favor de nuestra salvación. Y
luego prosigue: A pesar de sus padecimientos no abrió la boca; como
oveja fue llevado al matadero; como un cordero ante el esquilador está
sin voz (Is 53,7). De esta forma anuncia que acepta libremente la
muerte. Mas al decir el profeta: En la humillación fue eliminado su
juicio (Is 53,8), se refiere a su humilde aspecto exterior. Según su
aspecto sin honra fue pronunciada la sentencia; y proferida la sentencia
conduce a algunos a la salvación, a otros a las penas de la perdición.
Hay efectivamente lo tomado por uno a cuestas, y lo que quitan a otro.
Así es la sentencia: por algunos ha sido sufrida y estos la toman sobre
sí mismo como propia condena; para otros ha sido eliminada y se salvan.
Han cargado sobre sí la sentencia quienes lo crucificaron, y habiéndose
portado así no creen en Él; de tal suerte, la sentencia recibida por
ellos los condenará a la perdición entre los tormentos. La sentencia ha
sido eliminada para quienes en Él creen, y no están ya sujetos a ella,
es decir a la sentencia de condenación. La sentencia de condenación,
acompañada de fuego, será de exterminio para los incrédulos, al fin de
este mundo.
La generación inenarrable
70. A continuación dice: ¿Quién narrará su nacimiento? (Is 53,8).Esto
se dijo para ponernos en guardia con el fin de que no le tengamos como a
un hombre insignificante y de poca importancia por razón de sus
adversarios y de los dolores de su pasión. Aquel que ha sufrido todo
esto cuenta en su haber con un origen inefable. Porque por nacimiento se
entiende su origen, o sea, su Padre inefable e indescriptible. Reconoce,
pues, que este es el origen de Aquel que ha soportado esta pasión y no
lo tengas a menos por la pasión que ha sufrido por ti intencionadamente.
Mas, por su origen, guárdale temor.
La vida a la sombra de su cuerpo
71. Dice en otra parte Jeremías: El Espíritu de nuestro rostro es el
Señor Cristo;cómo fue apresado en sus redes, aquel de quien hemos dicho:
A su sombra viviremos entre las naciones (Lm 4,20). La Escritura dice
que Cristo, aun siendo Espíritu de Dios, debía hacerse hombre sometido
al sufrimiento, y revela en cierto modo sorpresa y sobresalto ante la
Pasión que debía sufrir Aquel a cuya sombra hemos dicho que íbamos a
vivir. Sombra significa su cuerpo,pues así como la sombra viene
producida por un cuerpo, así el cuerpo de Cristo fue producido por su
Espíritu. Mas la voz sombra significa asimismo la humillación de su
cuerpo y la facilidad de ser humillado.En efecto, como la sombra de los
cuerpos erguidos se proyecta al suelo y es hollada bajo los pies, así el
cuerpo de Cristo, echado a tierra en la Pasión, fue, por así decirlo,
hollado bajo los pies. Llama sombra al cuerpo de Cristo por haber venido
a ser sombra de la gloria del Espíritu que velaba. Con frecuencia, al
paso del Señor, venían colocadas a lo largo de su camino personas
afectadas de enfermedades varias;y todos aquellos a quienes alcanzaba
su sombra eran salvos.
La muerte del justo
72. Y el mismo profeta, a propósito de la Pasión de Cristo, dice lo
siguiente: He aquí como el justo ha perecido y nadie hace caso; los
hombres justos son quitados de en medio y nadie se entera, pues el justo
es llevado en presencia de la injusticia. Su sepultura será paz: él ha
sido preservado (Is 57,1-4). ¿Qué otro hay perfectamente justo fuera del
Hijo de Dios, que hace del todo justos a quienes en Él creen, los
cuales, a semejanza de Él, son perseguidos y muertos? Cuando dice: Su
sepultura será paz,da a conocer como murió por nuestra salvación, que
está en la paz de la salvación; y [anuncia] que por su muerte quienes
antes eran enemigos y adversarios unos de otros, no bien crean juntos en
Él, tendrán paz entre sí, dando y recibiendo señales de amistad por su
común fe en Él. Es exactamente lo que ocurre. Las palabras ha sido
preservado se refieren a la resurrección de entre los muertos, porque
después de la sepultura nadie le vio muerto. Que una vez muerto y
resucitado Cristo, debía permanecer inmortal, dícelo el profeta en estos
términos: Pidió la vida y tú le has concedido además la longevidad por
los siglos de los siglos (Sal 21,5). ¿Por qué dijo pidió la vida, cuando
debía morir? En efecto, anuncia su resurreccion de entre los muertos, y
que resucitado de entre los muertos es inmortal. Ya que recibió la vida
para resucitar, y la longevidad por los siglos de los siglos para ser
incorruptible.
La muerte (sueño) y resurrección según David
73. Y dice de nuevo David a propósito de la muerte y de la resurrección
de Cristo: Yo me acosté y me dormí; me desperté porque el Señor me
acogió (Sal 3,6). David no decía esto de sí mismo, porque muerto él no
resucitó. Sino el Espíritu de Cristo, que habló también de Él en otros
profetas, dice también ahora por medio de David: Yo me acosté y dormí;
me desperté porque el Señor me acogió.Llama sueño a la muerte, porque
resucitó.
Herodes y Pilato
74. Sobre la Pasión de Cristo, David dice: ¿Por qué se agitan los
gentiles y los pueblos planean fracasos? Se alían los reyes de la tierra
y los príncipes conspiran contra el Señor y su Ungido (Sal 2,1-2; Hch
4,24-28). De hecho, Herodes, rey de los Judíos, y Poncio Pilato,
procurador de Claudio César, se reunieron y lo condenaron a ser
crucificado. Porque Herodes temía perder el reinado, como si Él fuese a
ser un rey terreno, y Pilato fue obligado, contra su voluntad, por
Herodes y por los judíos que lo rodeaban, a condenarlo a muerte, por el
hecho de que no hacerlo se interpretaría como ir en contra del César
dejando en libertad a un hombre al que se dio el título de Rey.
El anuncio de la Pasión
75. Y, a propósito de la Pasión, dice todavía el mismo profeta: Tú nos
has rechazado y despreciado; has repudiado a tu Ungido; has roto la
alianza de mi siervo; has echado a tierra tu santuario; has derrumbado
su cerca; has hecho temblar sus fortalezas; cuantos pasan de largo la
han saqueado; se ha convertido en el oprobio de sus vecinos; has
robustecido la derecha de sus opresores, has alegrado a sus enemigos; le
has torcido la hoja de su espada y no lo has sostenido en el combate; lo
has excluído de la purificación, echando por tierra su trono; le has
acortado los días de su tiempo y lo has cubierto de ignominia (Sal
88,39-46). El profeta afirma abiertamente que debía sufrir todo esto y
que ésta era la voluntad del Padre, puesto que por voluntad del Padre
sufrió la Pasión.
La captura de Jesús
76. Zacarías se expresa así: Alzate, espada, contra mi pastor, contra
el hombre, mi compañero; hiere al pastor y se dispersarán las ovejas del
rebaño (Za 13,7; Mt 26,31; Lc 14,27). Y esto sucedió cuando fue
capturado por los Judíos. Entonces todos los discípulos lo abandonaron
por miedo a perecer con Él, porque ellos no creyeron firmemente en Él
hasta que no le vieron resucitado de entre los muertos.
Jesús motivo de reconciliación entre Pilato y Herodes
77. Y se dice también en los doce profetas: Prisionero le presentaron
al rey como tributo(Os 10,6 (LXX)). Poncio Pilato era procurador de
Judea y alimentaba entonces un profundo rencor en contra de Herodes, rey
de los Judíos. Precisamente en esta situación Pilato remitió a Cristo, a
quien se lo había enviado, atado a Herodes con el ruego de que le
interrogase para confirmar lo que quería hacer con Él. De este modo
Cristo se convirtió en un buen pretexto para reconciliarse con el rey.
La bajada a los infiernos
78. Y en Jeremías, ve con qué términos se expresa para dar a conocer su
muerte y su descenso a los infiernos: Y el Señor, el Santo de Israel,
acordóse de sus muertos, de los que estaban ya dormidos en el polvo de
la tierra, y descendió a ellos para llevarles el Evangelio de su
salvación y salvarles. Aquí se revelan también las razones de su muerte,
porque su descenso a los infiernos era para la salvación de los
difuntos.
Profecías sobre la Cruz
79. Y de nuevo en torno a su cruz Isaías dice: Extendí las manos todo
el día hacia un pueblo indócil y rebelde (Is 65,2). Así prefiguraba la
cruz. Y todavía más claramente David: Perros de caza me rodearon, una
multitud de malvados me ha cercado; me han taladrado mis manos y mis
pies (Sal 21,17). Y nuevamente: Mi corazón se hizo como cera líquida en
medio de mis entrañas; han descoyuntado mis huesos (Sal 21,15). Y sigue
diciendo: Perdona a mi alma la espada y enclava mis carnes, pues una
muchedumbre de malvados se levantó contra mí. En estos pasajes, muestra
e indica en modo luminoso su crucifixión. Moisés dice la misma cosa a su
pueblo: Y tu vida colgará delante de tus ojos, y temerás día y noche, y
no creerás en tu vida (Dt 28,66).
Profecías sobre los vestidos
80. Nuevamente dijo David: Ellos me miraron fijamente. Se dividieron mi
vestido y echaron a suertes mi túnica (Sal 21,19). En efecto, cuando le
crucificaron, repartieron los soldados sus vestidos según su costumbre;
el vestido se lo dividieron luego de haberlo desgarrado; mas en cuanto a
la túnica, como estaba tejida desde arriba y sin costura, la echaron a
suertes para ver quién se la llevaba (Jn 19,23-24).
Judas, la venta de Cristo y la compra del campo a un alfarero
81. El profeta Jeremías añade: Tomaron las treinta monedas de plata, el
precio de uno que fue tasado según la tasa de los hijos de Israel, y
pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había mandado el
Señor (Mt 27,9). En efecto, Judas, uno de los discípulos de Jesús,
habiéndose comprometido con los Judíos y habiendo sellado con ellos un
pacto -de hecho sabía que le querían matar- y porque había sido
reprendido por Él, aceptó los treinta denarios del país y le entregó a
Cristo. A continuación, movido por los remordimientos de lo que había
hecho, tiró el dinero a los pies de los jefes de los Judíos y se ahorcó.
Pero éstos no consideraron conveniente devolver el dinero al Tesoro,
porque era precio de sangre, y con él compraron el campo perteneciente a
un alfarero para enterrar allí a los extranjeros.
Profecía sobre el vinagre mezclado con hiel
82. Y una vez crucificado, al pedir de beber, le dieron vinagre
mezclado con hiel. Y esto mismo lo había dicho David: Me dieron por
alimento hiel, y en mi sed me dieron a beber vinagre (Sal 69,22; Mt
27,34; Jn 19,28).
La Ascensión
83. He aquí lo que dice David de la Ascensión al cielo, después de la
resurrección de entre los muertos: Los carros de Dios a decenas de
millares, y millares los cocheros. El Señor está entre ellos, en Sión,
en el Santuario; subió a lo alto, cautivó al cautiverio; ha recibido y
entregado dones a los hombres (Sal 67,18-19). Por cautivar entiende la
destrucción de poder de los ángeles rebeldes. Dio a conocer el lugar
donde habría de subir de la tierra al cielo al decir: El Señor en Sión
subió a lo alto (Sal 67,18). En efecto, en el monte de los Olivos,
frente a Jerusalén, después de resucitado de entre los muertos, reunió a
sus discípulos y habiéndoles recordado lo concerniente al reino de los
cielos, fue levantado ante sus ojos y vieron ellos cómo lo acogían,
abiertos, los cielos.
El triunfo del Rey de la gloria
84. La misma cosa dice nuevamente David: Alzad, oh príncipes, vuestras
puertas; levantaos, puertas eternas, y entrará el rey de la gloria (Sal
23,7). Las puertas eternas son, efectivamente, los cielos. Mas como el
Verbo decendió invisible para los seres creados, no fue reconocido, a su
descenso, por ellos. Pero como se había encarnado, se hizo visible
cuando ascendió al cielo. Al verle los principados de los ángeles
inferiores, gritaron a los que estaban en el firmamento: Alzad vuestras
puertas; alzaos, puertas eternas, para que entre el rey de la gloria.
Éstos, asombrados, se preguntaban: ¿Quién es éste?, y los que le habían
visto, atestiguan por segunda vez: El Señor poderoso y fuerte es el rey
de la gloria (Sal 23,10).
El Juicio
85. Resucitado y subido al cielo, aguarda a la diestra del Padre el
momento por Él fijado para juzgar a todos sus enemigos que a Él habían
de ser sometidos. Los enemigos son todos los que fueron hallados en
rebelión: ángeles, arcángeles, principados, tronos, que menoprecian la
Verdad. David afirma aún: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi
derecha, hasta que ponga a tus enemigos a tus pies (Sal 109,1). Aún más,
David dice que subió al lugar de donde había bajado: Él sube de los
últimos confines del cielo y su reposo alcanza el otro extremo del
cielo. Señala después el juicio al decir: Ninguno se sustraerá a su
ardor (Sal 18,7).
LA BUENA NOTICIA (cc. 86-97)
El testimonio de los Apóstoles
86. Ahora bien, si los profetas han vaticinado que el Hijo de Dios
debía manifestarse sobre la tierra y han predicho el lugar, la manera y
la forma de su manifestación sobre la tierra, y si en el Señor se han
cumplido todas estas predicciones, nuestra fe en Él está bien fundada,
es auténtica la tradición de la predicación, es decir, el testimonio de
los Apóstoles. Éstos, enviados por el Señor, han predicado por el mundo
entero que el Hijo de Dios había venido para sufrir la Pasión, la había
soportado para destruir la muerte y dar vida al cuerpo, y que dando fin
a la hostilidad hacia Dios, es decir, a la iniquidad, hemos de obtener
su paz cumpliendo lo que es de su agrado. Así nos ha sido dado a conocer
por los profetas cuando dicen: ¡Qué hermosos son los pies de los
mensajeros que anuncian la buena nueva de la paz, que pregonan la alegre
noticia del bien! (Is 52,7; Rm 10,15). Isaías dice que estos mensajeros
vendrían de Judea y de Jerusalén para anunciarnos la palabra de Dios,
que para nosotros es también ley: Pues de Sión saldrá la ley y de
Jerusalén la palabra del Señor (Is 2,3). David afirma que habían de
predicar por toda la tierra: A toda la tierra alcanza su pregón y hasta
los límites del orbe su palabra (Sal 18,5).
El primado del amor
87. Pero no es con la locuacidad de la ley como se salva el género
humano sino con la brevedad y precisión de la fe y de la caridad. Isaías
dice: Una palabra concisa y breve en la justicia, porque Dios enviará
una palabra concisa, con eficacia, sobre toda la tierra (Is 10,23 (LXX);
Rm 9,28). De ahí que Pablo afirme: El amor es la plenitud de la ley (Rm
13,10).Pues el que ama a Dios cumple la ley. Cuando le preguntaron al
Señor: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?, respondió: Amarás al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu fuerza; y el segundo es
similar a éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos penden la ley y los profetas (Mc 12,30; Mt 22,37). Así
pues, con la fe en Él ha crecido nuestro amor por Dios y por el prójimo,
haciéndonos piadosos, justos y buenos. Es por esto por lo que ha
enviado con eficacia una palabra concisa sobre la tierra, en el mundo.
Salvados por un hombre-Dios
88. Y que después de la Ascensión había de ser elevado sobre todas las
creaturas y que nadie había de ser parangonado o comparado a Él, lo dice
Isaías: ¿Quién es juzgado? Que comparezca. ¿Quién es justificado? Que se
acerque al Hijo del Señor. Ay de vosotros que os consumís como un
vestido y la polilla os roerá. El hombre será humillado y abatido. Sólo
el Señor será exaltado con aquellos que serán enaltecidos (Is 50,8.10.9;
2,17). Isaías afirma que los que le sirvieron a Dios serán, al final,
salvados por medio de su nombre: Los que me sirven recibirán un nombre
nuevo que será bendito en toda la tierra y ellos bendecirán al Dios
verdadero (Is 65,15-16). Esta bendición debía Él realizarla
personalmente y Él mismo debía salvarnos por su propia sangre, según lo
dio a conocer Isaías cuando dijo: No un intercesor ni un ángel, sino el
Señor en persona los salvó, porque los ama y tiene cuidado de ellos. Él
mismo los redimió (Is 63,9).
El Espíritu sobre la faz de la Tierra
89. A los que fueron así liberados [Dios] no quiere llevarlos de nuevo
a la legislación de Moisés -pues la ley se cumplió en Cristo-, sino
salvarlos mediante la fe y el amor hacia el Hijo de Dios en la
renovación de la Palabra, como lo dio a entender Isaías cuando exclamó:
No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo; mirad que renuevo a
quien va a germinar ahora, y vosotros le conoceréis. Abriré un camino en
el desierto, y en la región árida ríos para dar de beber a mi nación y a
mi pueblo elegido, que adquirí para contar mis hazañas (Is 43,18-20).
Desierto y yermo era antes la vocación de los gentiles, pues el Verbo no
había pasado entre ellos, ni les había dado a beber el Espíritu Santo.
El [Verbo] dispuso el nuevo camino de la piedad y de la justicia, e
hizo brotar ríos en abundancia, diseminando el Espíritu Santo sobre la
tierra, según había prometido mediante los profetas, que extendería al
fin [en los últimos tiempos] el Espíritu sobre la faz de la tierra.
La novedad del Espíritu
90. Nuestra vocación, pues, acontece en la novedad del Espíritu y no en
la letra vieja, como profetizó Isaías: Mirad que llegan días, dice el
Señor, en que yo con la casa de Israel y la casa de Judá haré [una
alianza nueva no como] la alianza que hice con sus padres cuando los
llevé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos quebrantaron la
alianza y yo me desinteresé de ellos, dice el Señor. Porque ésta será la
alianza que yo haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice
el Señor: pondré mi ley en sus mentes y además la escribiré en sus
corazones. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. No tendrán que
enseñarse unos a otros, entre conciudadanos y hermanos diciendo:
¡Conoced al Señor!, porque todos me conocerán, desde el más pequeño al
más grande; porque les perdonaré sus maldades y no me acordaré más de
sus pecados.
La apertura de la nueva Alianza (= N.T.)
91. Y estas promesas habían de ser una herencia en el tiempo de la
vocación de los gentiles, para quienes fue también inaugurada la nueva
Alianza; así lo recuerda Isaías en estos términos: Dice el Dios de
Israel: En aquel día el hombre pondrá su esperanza en su Creadora y sus
ojos contemplarán al Santo de Israel; y ya no pondrán su esperanza en
los altares de los ídolos, ni en las obras de sus manos, que fabricaron
sus dedos (Is 17,6-8). Manifiestamente estas palabras están dirigidas a
aquellos que abandonan a los ídolos y creen en Dios, nuestro Creador,
gracias al Santo de Israel. El Santo de Israel es Cristo. Él se
manifestó a los hombres y en Él tenemos fija nuestra mirada. Y ya no
ponemos nuestra esperanza en los altares ni en las obras de nuestras
manos.
Manifestado a los que no le buscaban
92. Y que debía manifestarse en medio de nosotros -porque el Hijo de
Dios se haría hijo del hombre- y que nosotros habíamos de encontrar al
que desconocíamos, lo afirma el mismo Verbo en Isaías: Me he manifestado
a los que no me buscaban; he sido hallado por los que no preguntaban por
mi. Dije: Aquí estoy ante un pueblo que no había invocado mi nombre (Is
65,1; Rm10,20).
Profecías sobre el pueblo de Dios
93. Que este pueblo estaba llamado a ser un pueblo santo, lo vaticinó Oseas, uno de los doce profetas: Al no-pueblo-mío lo llamaré pueblo mío
y a la no-amada será amada. Donde se diga no-mi-pueblo, allí se llamarán
hijos del Dios viviente (Os 2,25; 1,9; Rm 9,25,26). También Juan
Bautista vuelve a decir lo mismo: Dios puede hacer surgir de estas
piedras hijos de Abrahán (Mt 3,9). En efecto, después de habernos
arrancado por la fe del culto a las piedras, nuestros corazones ven a
Dios y se hacen hijos de Abrahán, el cual fue justificado por la fe (Rm
3,28; 4,3; Ga 3,6; St 2,23). Por esto dice Dios por boca del profeta
Ezequiel: Y les daré otro corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo;
quitaré de su cuerpo su corazón de piedra y les daré un corazon de carne
para que sigan mis mandamientos y observen y practiquen mis preceptos.
Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. (Ez 11,19-20; 36,26-27).
La Iglesia y la Sinagoga
94. De ahí que por la nueva llamada se realiza un cambio de corazones
entre los gentiles por medio del Verbo de Dios que se encarnó y puso su
tienda en medio de los hombres, como dice Juan, su discípulo: Y su Verbo
se hizo carne y habité entre nosotros (Jn 1,14). Por lo tanto la Iglesia
engendra un gran número de frutos, es decir, de salvados, porque ya no
es un intercesor -Moisés- ni un mensajero -Elías- quienes nos salvan
sino el Señor en persona, que da más hijos a la Iglesia que a la
Sinagoga del pasado, como predijo Isaías con estos términos: Regocíjate,
estéril, que no dabas a luz -y estéril es la Iglesia que antes no había
dado hijo alguno a Dios- grita y dama, tú que no has tenido los dolores
porque los hijos de la abandonada son más numerosos que los hijos de la
que tenía marido (Is 54,1; Ga 4,27). Y la antigua Sinagoga tenía por
marido la Ley.
La incorporación de los Gentiles
95. Moisés dice en el Deuteronomio que los Gentiles estarán a la cabeza
y el pueblo incrédulo a la zaga. Y poco después: Habéis provocado mi
celo con vuestros no-dioses, me habéis irritado con vuestros ídolos; yo
provocaré vuestro celo con uno que no es pueblo y os irritaré con un
pueblo insensato (Dt 32,21). Pues han abandonado al Dios verdadero,
adoraron a falsos dioses, mataron a los profetas de Dios y profetizaron
por medio de Baal, que era un ídolo de los Cananeos; rechazaron a]
verdadero Hijo de Dios al escoger a Barrabás, un bandido detenido por
flagrante homicidio, al abjurar del rey eterno y reconocer como rey al
César que es perecedero. Por esto Dios decidió entregar su heredad a los
estultos Gentiles y a aquellos que no eran ciudadanos de la ciudad de
Dios y desconocían quién es Dios. Ahora bien, dado que por esta llamada
se nos ha dado la vida y Dios ha restaurado en nosotros la fe de Abrahán
en Él, no debemos volver atrás, es decir, a la antigua legislación.
Porque hemos acogido al Señor de la ley, el Hijo de Dios, y por medio de
la fe en Él aprendemos a amar a Dios con todo el corazón y al prójimo
como a nosotros mismos. Pues el amor a Dios excluye todo pecado y el
amor al prójimo no causa mal a nadie.
La superación de la Ley
96. Por lo tanto no necesitamos de la ley como pedagogo; he aquí que
nosotros hablamos con el Padre y estamos en su presencia convertidos en
niños sin malicia y afincados en la justicia y honestidad. La Ley, en
efecto, no afirmará más: no cometer adulterio a aquel que ni siquiera ha
deseado la mujer de otro; o no matar a aquel que ha erradicado de sí la
ira y la enemistad; o no desear el campo de tu vecino, su buey o su asno
a los que no tienen ambición por las cosas terrenas sino que acopian
provisiones para el cielo; ni siquiera ojo por ojo, diente por diente a
quien no tiene enemigos y a todos trata como prójimo y por eso no
levanta la mano para vengarse; no exigirá los diezmos de quien ha
consagrado a Dios todos sus bienes y ha dejado padre, madre y toda su
familia para seguir al Verbo de Dios . Ya no mandará guardar un día de
descanso al que todos los días observa el sábado, es decir, al que rinde
culto a Dios en el templo de Dios que es el cuerpo del hombre y practica
siempre la justicia. Prefiero misericordia, dice, al sacrificio, el
conocimiento de Dios a los holocaustos. Pero el impío que inmola un
ternero es como si matase a un perro, y cuando ofrece flor de harina es
como si ofreciese sangre de cerdo (Is 66,3). Y todo el que invocare el
nombre del Señor se salvará (Hch 2,21; Rm 10,13; Jl 2,32 (Vulg.)), y
ningún otro nombre se nos ha dado bajo el cielo por el cual los hombres
se salven (Hch 4,12) si no es el nombre de Dios, Jesucristo, Hijo de
Dios, al que obedecen todos los demonios, los espíritus malvados y todas
las potencias rebeldes.
La salvación en Jesucristo
97. Por la invocación del nombre de Jesucristo, crucificado bajo Poncio Pilato, Satanás fue alejado definitivamente de entre los hombres. Allí
donde haya alguien que creyendo en Él y haciendo su voluntad le recuerde
e invoque, Jesús se hace presente y atiende las súplicas de quien le
invoca con corazón puro. De este modo, habiendo obtenido la salvación,
nosotros permanecemos en constante acción de gracias a Dios, nuestro
Salvador, el que por su magna e insondable Sabiduría, nos salva y
proclama la salvación desde lo alto de los cielos, salvación que es la
venida visible de Nuestro Señor, es decir, su vida humana, salvación que
por nuestras propias posibilidades no podíamos conseguir. Pero lo que es
imposible para los hombres es posible para Dios (Lc 18,27).A este
respecto Jeremías dice: ¿Quién subió al cielo y se apoderó de ella y la
hizo descender de las nubes? ¿Quién atravesó los mares y la descubrió y
la trajo con preferencia al oro más puro? No hay quien haya encontrado
su camino ni quien conozca su sendero. Pero el que sabe todas las cosas,
la conoce con su sabiduría, el que cimentó la tierra para siempre y la
pobló de animales cuadrúpedos, el que manda a la luz y ésta se expande,
el que la llama y ella le obedece temblando; los astros se levantan para
sus vigilias y se complacen. Él los llama y contestan: Henos aquí; y
lucen alegremente en honor del que los hizo. Este es nuestro Dios;
ningún otro cuenta a su lado para nada. Él descubrió todos los caminos
con su sabiduría y se lo comunicó a Jacob, su siervo, y a Israel, su
amado. Y después de esto se hizo ver en la tierra y converso con los
hombres. Éste es el libro de los mandamientos de Dios y de la Ley
perdurable, para siempre. Los que la guardan alcanzarán la vida; los que
la abandonan morirán. Llama Jacob e Israel al Hijo de Dios que ha
recibido del Padre dominio sobre nuestra vida y, después de haber
recibido la vida, hace que descienda sobre nosotros, que estábamos
alejados de Él, cuando se manifestó sobre la tierra y converso con los
hombres mezclando y uniendo el Espíritu de Dios Padre con el cuerpo
plasmado por Dios para que el hombre fuese a imagen y semejanza de Dios.
CONCLUSIÓN (cc. 98-100)
A modo de conclusión
98. Ésta es, mi querido amigo, la predicación de la verdad y la imagen
de nuestra salvación: así es el camino de la vida que los profetas han
anunciado, el que Cristo ha instituido, que los Apóstoles han consignado
y que la Iglesia transmite a sus hijos a través de toda la tierra. Debe
ser custodiado con mimo y con voluntad decidida para agradar a Dios con
las buenas obras y con un modo sano de pensar.
Las desviaciones de los herejes
99. Por lo tanto, que ninguno piense que existe otro Dios Padre
distinto de nuestro Creador, como lo imaginan los herejes, que
desprecian al Dios verdadero y hacen un ídolo del Dios inexistente,
creándose un padre por encima de nuestro Creador y tienen para sí el
haber descubierto algo más grande que la verdad. En realidad todos estos
son impíos y blasfeman contra su Creador y Padre como ya hemos
demostrado en la Exposición y Refutación de la falsa gnosis. Otros,
todavía desprecian la venida del Hijo de Dios y la economía de su
encarnación trasmitida por los Apóstoles y vaticinada por los profetas
para la restauración de la humanidad, como concisamente hemos
demostrado. También a estas personas hay que contarlas entre los
incrédulos. Otros todavía no acogen los dones del Espíritu Santo y
rechazan el carisma profético, por cuyo rocío el hombre produce frutos
de vida divina. De estos dice Isaías: Serán como un terebinto sin hojas
y como un jardín sin agua (Is 1.30). Estos no son de utilidad alguna
para Dios, pues no producen frutos.
Hay que mantenerse lejos del error
100. En lo referente a los tres artículos de nuestro bautismo, el error
motivó muchas digresiones lejanas de la verdad. Porque o desprecian al
Padre, o no acogen al Hijo hablando en contra de la economía de la
encarnación, o rechazan al Espíritu, es decir, desechan la profecía.
Debemos defendernos de esta clase de personas, evitar sus caminos si de
verdad queremos agradar a Dios y obtener la salvación.
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